Chapu Apaolaza-ABC

  • A la izquierda siempre hay sitio. Hablamos de un territorio ideológico que se expande como el cosmos

En la convención de Patriots coincidieron un putinista como Orban, un independentista como Salvini, una proabortista antitaurina como Marine Le Pen y uno de Vox. Recuerda a aquellos chistes en los que iban –porque siempre iban– un inglés, un francés y un español y las situaciones alcanzaban un desenlace cómico según los estereotipos atribuidos a cada personaje. Ahora no se cuentan chistes, y eso que todo parece una coña marinera, y los Patriots, que tienen nombre como de la NFL, salen en un escenario que parece un karaoke de Bakú que yo me sé y evocan la Reconquista como en Podemos exhibían una guillotina. En la izquierda lo llaman ‘fachaparty’ porque a la izquierda se le han terminado los adjetivos. Parece un buen reclamo ahora que anuncias una ‘fachaparty’ y hay tortas por entrar, no como en las reuniones de Podemos que parecen de la Sección Femenina. Si Rajoy era ultraderecha y por llevar una bandera de España en la muñeca eras un facha, a ver qué es uno de la AfD. Se termina el diccionario. Existe un problema de verbalización del oponente que antes en lo zurdo se resolvía con lo del facherío. Después, el reproche se amplió a las tres derechas, como las tres Marías, y durante un tiempo fue la «fachosfera», que dejó de utilizarse porque terminó siendo tan difusa, diversa, y cachondona que dejaron de nombrarla no fuera a apuntarse la gente.

En este país, todo lo que no era la coalición de gobierno era ultraderecha, porque el espacio de lo aceptable desde el centro a la derecha mide dos centímetros y medio. A la izquierda, en cambio, siempre hay sitio. Hablamos de un territorio ideológico que se expande como el cosmos. Hay una izquierda y una izquierda de la izquierda, y otra izquierda a la izquierda de la izquierda en un despliegue de planos sucesivos que en la lejanía adquieren la belleza evocadora del horizonte. Por la izquierda de la izquierda posa Yolanda Díaz la oreja sobre las vías del ferrocarril, van colonos con sus carretas, hacen noche en las praderas, encienden fuegos, cuentan historias y cantan canciones mientras las chispas se elevan a un cielo cuajado de estrellas. A la izquierda de la izquierda está la izquierda filoiraní, los de Hamás mandando flores al Gobierno, Zapatero con un ‘lobbysta’ de Xi Jinping y Monedero bailando la conga de la cárcel Helicoidal en los mítines del chavismo. Por allá, detrás de esas montañas viven los de Bildu con sus 37 terroristas en las listas a las municipales, tallan en los árboles sagrados el rostro de Josu Ternera, encienden las bengalas en las noches de ‘ongi etorri’ y les humean los revólveres en una candidez nativa. Vaya, que hay sitio a la izquierda. Además, si alguno se pasa y mancha el paisaje, se dice que en realidad era de derechas y asunto resuelto. Como ETA, que era de derechas. Fascismo. ETA era fascismo, como abrirle la puerta a tu mujer, llevar un polo con la bandera de España, pedir la libertad de los secuestrados, ir a los toros y comer carne.