IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Hay Estados donde el Supremo y el Gobierno frenan al mismo tiempo la autodeterminación territorial y la de género

TANTO como les gustan a nuestros independentistas (‘nuestros’ quiere decir catalanes, compatriotas mal que les pese) las comparaciones con Escocia, podrían tomar algunas notas de la peripecia malograda de Nicola Sturgeon. No lo harán porque los ejemplos ajenos –también el de Quebec, desmontado en un documentadísimo libro por el embajador Cuenca Anaya– sólo les interesan para retorcerlos. Allá ellos, pero la caída de la primera ministra `scottish´ tiene algunas lecciones que extraer, sobre todo en sus relaciones de causa-efecto. Porque Sturgeon ha renunciado ante la frustración de sus dos principales proyectos: una ley Trans –ojo al dato, diría el Butano— de consecuencias nefastas y un segundo referéndum con el que pretendía revertir la derrota del primero.

Por partes. El nacionalismo escocés quería otra consulta de secesión alegando, no sin cierta razón, que el Brexit había cambiado las condiciones en que se celebró la convocada en 2014 por Cameron. Y la quería celebrar este mismo año. Pero en el Reino Unido también hay un Tribunal Supremo, y resulta que emitió un fallo sentenciando la imposibilidad legal de esa votación sin el permiso del Parlamento británico. El SNP, el partido soberanista y de izquierdas que allí gobierna –y que por cierto es en su mayoría monárquico, de nuevo ojo al dato– digirió más mal que bien el veredicto porque no tenía un plan alternativo al fracaso y es evidente que los Comunes no van a aceptar la partición de Gran Bretaña de buen grado. Primer descalabro.

El segundo y definitivo ha sido la ley de autodeterminación de género. Esto suena: cambio de sexo autorizado desde los 16 años, sin certificado médico y sin permiso paterno. Gran polémica social agravada cuando un acusado de violar a dos mujeres decidió acogerse a la transición sexual y fue enviado, sin hormonación ni cirugía, a una cárcel femenina. Con la opinión pública alarmada y dividida, esta vez fue el Gobierno de la nación (la británica) el que intervino directamente para bloquear la nueva normativa. Ojo al dato, y ya son tres: Rishi Sunak aplicó por las bravas una especie de Artículo 155 que le permite invadir en casos excepcionales las competencias de la autonomía. Sturgeon se dio por vencida.

Confundida por la acritud del debate en una tierra donde es costumbre histórica que los hombres lleven falda, la dimisionaria ha dicho que no resiste la presión porque al fin y al cabo es humana. Simplemente ha perdido sus dos grandes apuestas y se va a casa, actitud infrecuente en España. Claro que aquí los separatistas y sus amigos de Podemos pueden argüir que la Ley Trans se ha aprobado con todos sus artículos intactos y que el Constitucional de Pumpido les va a comer en la mano. Pero Sánchez no durará siempre y por más que lo haya intentado a conciencia no es fácil desmantelar el poder coercitivo del Estado. Ojo al dato, y van cuatro.