Braulio Gómez-El Correo

La competición política en Euskadi está profundamente condicionada por el desolador espectáculo de la política estatal. El PNV, desde que estalló la gran crisis, construye todas sus campañas electorales comparándose social, económica y, sobre todo, políticamente con España para sentirse satisfecho de sus logros. Los partidos nacionalistas vascos, tanto el PNV como EH Bildu, alcanzaron resultados históricos en los últimos comicios de mayo. La suma de ambos partidos representa a la mayoría de los vascos. Mientras tanto, el deseo inmediato de independencia ha ido disminuyendo en los últimos años hasta situarse por debajo del 20%.

En cambio, se ha estabilizado la percepción de que la política española es un desastre sin paliativos. Cada vez que interviene Aitor Esteban, Urkullu u Ortuzar en Madrid, los analistas más independientes destacan su profesionalidad, su responsabilidad y su capacidad para llegar a acuerdos y elaborar discursos políticos a la altura del momento. El ejemplo vasco es una constante en los últimos tiempos de inestabilidad política española y también desde EH Bildu se intenta construir imagen de partido constructivo que antepone los intereses de la ciudadanía a su interés partidista y que se preocupa sinceramente por la estabilidad de las instituciones españolas a diferencia de los partidos estatales.

La clase política española primero enfermó de corrupción. El ‘caso Bárcenas’, que destapó la caja B del PP, fue el punto de inflexión que catapultó a la clase política al pódium de los tres principales problemas de la ciudadanía en 2013, pasando de un 12% de preocupación a un 43%. Actualmente, el malestar con la clase política española tiene que ver con su incapacidad para lograr acuerdos tras las elecciones. Es difícil de entender que el PSOE, que Pedro Sánchez, no mantenga la oferta de un gobierno de coalición que le parecía razonable y buena para los españoles en julio. Como también es complicado comprender cómo Podemos, Pablo Iglesias, rechazó contundentemente en julio lo que le parece razonable en septiembre. Es verdad que parece poco serio.

Y ese discurso de la falta de seriedad y de responsabilidad de la clase política española lo explotan inteligentemente los partidos nacionalistas vascos para obtener réditos políticos. Son conscientes de que la ciudadanía vasca no tiene el mismo problema con su clase política que el resto de españoles. En Euskadi, la preocupación por la clase política no aparece entre los diez principales problemas y ahora mismo tan solo le afecta al 9% comparado con el 38% de españoles que sitúa a sus políticos como su segunda preocupación tras el desempleo.

Si finalmente se repiten las elecciones en noviembre, el Partido Nacionalista Vasco volverá a presentarse como el partido que tiene más credibilidad para garantizar la estabilidad de las instituciones. Y podrá dar rienda suelta, con nuevos ejemplos, a su crítica feroz contra la falta de seriedad de la política española. Este es el principal activo que tiene el PNV y por eso transmiten una gran incomodidad ante la posibilidad de que la ciudadanía vasca perciba su propia incapacidad para llegar a un acuerdo con alguno de los partidos de la oposición para sacar adelante sus próximos Presupuestos.