La farsa de ETA y sus complices

LA RAZÓN de MÉXICO
BEATRIZ MARTÍNEZ DE MURGUÍA

Podía haber sido el guión de un buen programa de risa. Imaginénselo. La escena versa sobre el anunciado desarme de un agrupo terrorista.

Dos individuos más bien bajitos y poca cosa, encapuchados, vestidos por entero de negro, entregan a un tercer sujeto, alto, fornido y solemne, una lista con el inventario de lo que le muestran sobre una pequeña mesa: cuatro pistolas, unos cuantos kilos de material explosivo ordenadamente empaquetados en bolsas de quinientos gramos, unas balas y otras pocas cosas irreconocibles para los legos en materia de armamento.

El llamado verificador del supuesto desarme ojea la lista, se la muestra a una cuarta persona, que también echa un vistazo con gesto adusto a lo expuesto sobre la mesa al tiempo que revisa por encima lo escrito como inventario; firman de recibido y a continuación los encapuchados lo guardan todo de nuevo en una caja de cartón, la cierran con cinta adhesiva, se despiden de los “verificadores” y se lo llevan todo consigo de regreso.

De haber sido simple ficción podríamos habernos reído de lo lindo, incluso teniendo en cuenta la poca gracia que nos hace a muchos cualquier cosa que se refiera a ETA. Pero contribuir a escenificar el supuesto desarme de esta banda exponiendo cuatro pistolas, dieciséis kilos de explosivos y alguno que otro tirachinas cuando se estima que aún tiene entre sus manos más de ciento cincuenta revólveres y siete toneladas de material con el que fabricar bombas es, por decir lo menos, una burla a la inteligencia de cualquiera. Pero si encima se da el visto bueno para que una banda no disuelta y hasta donde se sabe operativa se lo lleve todo de vuelta con la “promesa de no volver a utilizarlo” el asunto raya en lo esperpéntico.

De la primera parte, que los llamados “verificadores” acudieron al llamado de ETA para verificar que aún dispone de armas (puesto que no hicieron nada más), nos enteramos por un video emitido por la BBC, anunciado a bombo y platillo como un paso definitivo hacia el desarme total; de la segunda, que los etarras se lo habían llevado todo de vuelta en una caja de cartón, aunque, eso sí, “sellada con cinta de embalar”, supimos porque la Audiencia Nacional (con todo el derecho que le da su jurisdicción en materia de terrorismo) llamó a declarar a los “verificadores”, quienes contaron además que su remuneración, más de seiscientos dólares diarios, procede de algún gobierno escandinavo y alguna ONG no suficientemente identificada.

La mediación en conflictos es un tema serio, pero no tiene nada que ver con lo visto en estos días. Prestarse, aunque sea inconscientemente, para un publirreportaje de ETA, como alguien atinadamente calificó al video emitido por la BBC, es mucho errar. Es no haber reparado en quién es quién en la cuestión vasca, es no haberse querido enterar que quienes les convocaban y avalaban (gobierno vasco y partido nacionalista vasco) son juez y parte, y que su interés en todo ello es mucho más político que moral. Es, en definitiva, no haberse enterado de nada.