El problema de la respuesta social y estatal al terrorismo es, ante todo, que cuarenta años después la negociación sigue siendo una opción. Pero los delirantes debates provocados por las manifestaciones de hoy muestran que hay otro problema añadido: el de la deliberada ambigüedad, manipulación y hasta abierta mentira con la que se sostiene esa negociación.
Lo llaman paz aunque quieren decir negociación. El resultado de la farsa es el esperable. La palabra gusta cada día más a los terroristas pero cada día menos a los demócratas, de los que una buena parte se quedará hoy en casa no vaya a ser que los recuenten como militantes de la negociación. Como respuesta a los dos últimos asesinatos etarras, los artífices de la paz convocan una manifestación en Bilbao en pro de la negociación con los terroristas, y cuando los terroristas se suman, como cabía esperar, los convocantes protestan atemorizados por la poco estética compañía. Una cosa es que se apueste por la negociación y otra que se haga tan explícitamente y a la luz del día. Deseoso de interceder en el problema estético, el ministro de Interior pone en cuestión a todos sus cuerpos policiales, se le olvida que Batasuna es parte de ETA y le pide solemnemente que condene el terrorismo.
Como respuesta a los dos últimos asesinatos etarras, otros líderes de la paz convocan otra manifestación en Madrid en contra de ETA y a favor de la paz pues todo conflicto, siempre que provenga del antifranquismo y se reclame de extrema izquierda o nacionalista, debe acabar con un diálogo por la paz. Están dispuestos a volver a poner toda su generosidad al servicio de la plena integración democrática de los asesinos. Es decir, al servicio de la paz, porque, como escribió Patxi López antes del crimen, se trata de que «quienes hoy son parte del problema acaben siendo parte de la solución».
El problema de la respuesta social y estatal al terrorismo es, ante todo, que, cuarenta años después de su aparición y en plena democracia, la negociación sigue siendo una opción. Ése es el fondo del asunto. Pero los delirantes debates provocados por las manifestaciones de hoy muestran que hay otro problema añadido que es el de la deliberada ambigüedad, manipulación y hasta abierta mentira con la que se sostiene esa negociación. Miles de personas defenderán hoy en las calles la paz y la mayoría querrá decir negociación. Y acusarán a los que no van de estar en contra de la paz, es decir, de la negociación.
Edurne Uriarte, ABC, 13/1/2007