- Sánchez planea un golpe inesperado para atajar el imparable ascenso de Feijóo en los sondeos
Un debate parlamentario es como un duelo a muerte en OK Corral con música de John Lennon. Imagine. No hay más armas que las dialécticas, más muertos que las ideas y más corral que el rincón de los bobos adonde se remite al perdedor entre el escarnio de la bancada rival. Estos pulsos apenas alcanzan entre nosotros una altura relevante dado el nivel de los protagonistas. En el libro de sesiones palpitan algunos momentos de interés pretéritos, como cuando María Teresa Fernández de la Vega se encendía ante las puyas que le propinaba, con templado sadismo, Soraya Sáenz de Santamaría. También resultaron divertidos los pas a deux entre Felipe y Aznar, «váyase señor González», o, en el Parlamento catalán, los históricos bofetones cargados de vitriolo de Alejo Vidal-Quadras a un Jordi Pujol que aún no había salido del armario de los chorizos.
El momento cumbre, con todo, de estos duelos de Hemiciclo fue el protagonizado por Cayetana Álvarez de Toledo al recorrer el árbol genealógico de Pablo Iglesias: «Usted es el hijo de un terrorista, a esa aristocracia pertenece, a la del crimen político». El líder de Podemos se había referido a la exportavoz del PP, en forma insistente, como ‘señora marquesa’. Ese momento cumbre difícilmente se vaya a repetir en la presente legislatura, instalada en una mediocridad soporífera, tan sólo superada por la programación de Radio 3.
El Senado no es el ámbito adecuado para esta refriega. Carece del calor y la intensidad de la Cámara Baja. Las normas, además, favorecen al presidente, tanto en los tiempos como en los contenidos
Los cronistas parlamentarios, a juego con el tono gris marengo que impera en su cotidiano patio de actividades, afilan esperanzados su pluma ante la sesión del próximo martes. Alberto Núñez Feijóo retó a un cara a cara al presidente del Gobierno quien, a trancas y barrancas, optó por recoger el guante para desterrar cualquier sombra de cobardía y con el anhelo de frenar el ascenso demoscópico de la derecha. Pocos esperan un intercambio de puñadas merecedor de ser narrado por un Camba, un Pla o un Fernández Florez. El Senado, escenario de la refriega, no es el ámbito adecuado para este tipo de ejercicios. En vez del Madison, un parque con bolas. Carece del calor y la intensidad de la Cámara Baja. Las normas, además, favorecen con descaro al presidente, tato en los tiempos como en los contenidos. Aterrizará Sánchez, además, esgrimirá con la bajada del IVA de la luz, medida reclamada desde hace meses por el PP y que le ha rapiñado Moncloa sin amagar un pestañeo.
Todo es muy previsible. El púgil socialista se presentará como el líder europeo de la gestión energética, en línea con el retrato que cada dos minutos cincelan sus ministras, ya desaforadas pedrettes, y los medios oficialistas, ya vergonzantes palanganeros. Feijóo desplegará el papiro de las demandas y los reproches, que su interlocutor ignorará -manzanas traigo- cual es norma de la casa.
El guion le favorece a Sánchez, que podrá explayarse en su reciente visita a Bonn, en los piropos que le dedica madame Úrsula, esa damisela desubicada en alguna ruidosa falsedad de última hora
Le advirtieron a Feijóo que en este envite tenía poco que ganar y demasiado que perder. «Cuidado que te quieren machacar», le apuntaba algún espíritu flojeras de los que deambula por los pasillos de Génova, ahora ordenados y serenos. El guion le favorece al presidente, que puede explayarse en detallar su reciente visita a Bonn, en los piropos que le dedica madame Úrsula, esa damisela desubicada, en la llamada excepción ibérica -errada y fallida-, en la ortopédica sesión del próximo lunes ‘con la gente’ y en alguna ruidosa falsedad de última hora en forma de sorpresita que exhibirá ante los senadores con ese gesto de bravucón desafiante que suele esgrimir en estos casos.
Empezó la campaña. De aquí a las autonómicas y municipales primero y a las generales después, el líder del PP ha de apostar por no meter la pata, no cometer errores, aprenderse bien los dossiers, empollarse los datos, esquivar las polémicas y acertar en unas cuentas frases eficaces de esas que adornan titulares y se recuerdan un par de días. El martes tendrá la oportunidad de evidenciar, ante el anfiteatro popular, el nivel de superchería fantasmagórica que es capaz de alcanzar Pedro Sánchez en su desesperada carrera hacia su salvación. Moncloa confía en darle un vuelco a las encuestas. En Génova rezan por quedarse como están.
Como clamaba Fernández Flórez, «a ver si por fin vemos en las Cortes una sesión que no deje ese regusto a caldo de pollo de la Fonda del Peine.»