Según la RAE el término felonía se describe como traición, deslealtad, alevosía, infidelidad, canallada, perfidia e infamia. Un felón es, por lo tanto, quien comete cualquier hecho de estos. En las ediciones del futuro nos podremos ahorrar ese despliegue de sinónimos. Con una foto de Zapatero o de Sánchez bastará y sobrará, pues no hay mayores ejemplos de lo dicho. Zapatero, padre ideológico del sanchismo, fue quien inició todas las causas generales abiertas en España en contra del sentido común, la historia real y la decencia. Zapatero, no hay que olvidarlo, se sacó de la manga aquello de “aprobaré el estatuto que voten los españoles”, fue el primero que habló y legisló sobre la mendaz y rencorosa ley de memoria histórica, aupó al poder el lobby transgén, estigmatizó todo lo que no fuera izquierda radical, orillando a la derecha entonces encarnada por el PP como si fuera la Guardia de Hierro de Codreanu. Fue Zapatero quien se negó a levantar su trasero en el desfile del día de las Fuerzas Armadas al paso de la enseña nacional de los EEUU. Fue Zapatero quien habló de la Alianza de las Civilizaciones, como si el Mediterráneo fuera un oasis de paz y amor. Fue Zapatero el que empezó la matraca de las cuotas encumbrando a auténticas nulidades aunque, visto lo visto, lo suyo fue un jueguecito inocente con lo que ha venido después. Zapatero retiró a nuestras tropas de Oriente Medio. Zapatero lamía las suelas de los zapatos a separatistas vascos y catalanes. Zapatero dejó la economía española arruinada, a costa de hacer mentir como un bellaco a Solbes cuando se enfrentó contra Pizarro.
Zapatero lamía las suelas de los zapatos a separatistas vascos y catalanes. Zapatero dejó la economía española arruinada, a costa de hacer mentir como un bellaco a Solbes cuando se enfrentó contra Pizarro
Fue el hombre de los brotes verdes, el que se acercó al Grupo de Puebla, el del famoso Plan E de tan desastrosos resultados. El ministro al que los guerristas apodaron Bambi en un tremendo, histórico error de apreciación. Sánchez, va camino de superar a su mentor. Es lo que tienen las herencias políticas. Felipe quería llegar a ser Willy Brandt, Carrillo a ser Berlinguer, Fraga a ser Strauss y Thatcher a ser Churchill, aunque parezca una tontería. El precedente indica siempre el calibre del sucesor y muestra los derroteros por los que ha de continuar el heredero. Ahora bien, ¿qué hay de Brandt, de Mitterrand, de Kreisky, de Palme, de Lafontaine, de Bobbio o del Welfare State del laborismo de los cincuenta en ese ejército de Pancho Villa denominado PSOE? Nada. Nada, porque si la social democracia era un parche para intentar evitar que la sociedad que salía aterrorizada de entre las ruinas de las ciudades devastadas en la II Guerra Mundial no se inclinase por el bolchevismo, parche que en buena medida cumplió, lo que han heredado los socialistas actuales no es más que mediocridad, un bajísimo nivel intelectual y el rencor de los que no toleran ninguna opinión que no sea la suya, máxime si es brillante.
Ahora que está tan de moda hablar del fango, podríamos afirmar que, si de aquellos lodos nacieron estos barros, de la felonía de ZP nace la de Sánchez.