EL MUNDO 05/12/13
ARCADI ESPADA
Esta semana un portavoz socialista catalán, y no el menos dotado, el diputado Jaume Collboni, declaró que su partido no iba a participar en las celebraciones de la Constitución que preparan los partidos españoles de Cataluña. La decisión socialista no es una gran novedad. Al gordiano desconcierto ideológico con que camina resueltamente hacia la extinción, los socialistas añadían un problema circunstancial: tras el enorme esfuerzo ontológico que les supuso renunciar al derecho a decidir en presencia de Rubalcaba, manteniendo el derecho a decidir en cuanto cerró la puerta, era obvio que este 6 de diciembre necesitaban descansar. Lo llamativo es la expresión puramente erótica que utilizó el portavoz Collboni para descartarse: «No queremos agitar las bajas pasiones», eso dijo. A mí me pareció soberbio. Desde luego, porque ya tengo un motivo carnal más para celebrarla, en la calle codo a codo. Pero luego por el espectáculo inenarrable que representa ver convertida la Constitución española en reclamo de una baja pasión. No descartaría yo, que conozco el paño, que el portavoz Collboni tenga una trastienda reservada donde haga diabluras con la Consti. Pero lo que se deduce de modo indiscutible es que el patriotismo constitucional español supone para los socialistas una pasión despreciable. Esta sería una posición atractiva, à la Brassens, si mesié Collboní, cuando la fiesta nacional, o sea en todas y cada una de las ocasiones en que el patriotismo catalán llamó a filas, se hubiese quedado en la cama igual. Pero lo sería, sobre todo, si la celebración constitucional del viernes en Cataluña no tuviera un carácter excepcional frente a los embates de la Pestilencia nacionalista en este su epidémico año de 1714. Porque lo que los partidos democráticos españoles van a celebrar el día 6 no es siquiera una Constitución concreta, ni mucho menos su interpretación o sus expectativas de reforma, ni su resignada capacidad de someterse a uno de esos federalismos (¡el social el último!) que los socialistas propugnan. El sentido de la celebración es mucho más alto y seco. Mucho más que el de la fiesta de España, raza, caballo blanco y virgen del Manto. Van a celebrar la ley. El inapreciable método para resolver los conflictos entre ciudadanos. Lo que los socialistas, al final de la escapada, ya llaman una pasión innoble.