Si es cierto que hay una cincuentena de presos ya desvinculados de ETA, que salgan del armario, den un paso al frente y pidan perdón públicamente. Tendrán que hacerlo de uno en uno. El Gobierno espera que eso se empiece a producir. Solo así la sociedad vasca podrá liberarse del lastre más pesado y abominable de nuestra historia.
La operación policial de la Ertzaintza en Hernani, deteniendo al presunto autor material del atentado contra Joseba Pagazaurtundua, ha acallado algunas voces de preocupación de quienes sospechaban que detrás de algunos movimientos carcelarios pudiera anidar una negociación encubierta entre ETA y el Gobierno. La extrema debilidad en la que se encuentra ahora la organización terrorista, gracias a la asfixia judicial, policial y financiera a la que está siendo sometida, de nuevo en este último año, no concuerda, sin embargo, con la tranquilidad con la que se movía, al parecer ,Gurutz Agirresarobe. Tan tranquilo vivía que parecía reinsertado sin haber pasado por la cárcel. Con pasos rutinarios y costumbres de un ciudadano que no tiene remordimientos de conciencia ni tampoco cuentas pendientes con Hacienda. Ni, por supuesto, con la Justicia.
El caso es que el acusado de haber matado a Joseba Pagazaurtundua ha sido detenido en Hernani. En terreno propio. A unos kilómetros de Andoain, donde presuntamente mató a Joseba. Pertenece a una «célula durmiente» aseguraba ayer el consejero de Interior del Gobierno vasco, Rodolfo Ares, para desmentir las primeras informaciones relacionadas con una presunta desvinculación de este individuo de la banda terrorista. Pero lo que rechina hasta producir dentera es la imagen del presunto asesino campando a sus anchas como si el crimen del que se le acusa le fuera a salir gratis con el paso del tiempo y algo de suerte. Cruzándose por las calles con las víctimas de su yugo, probablemente.
Una situación similar a la que un día comenzó a denunciar la concejal popular Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto, cuando explicó alto y claro que el asesino de su marido, al salir de la cárcel, había montado un negocio justamente debajo de su vivienda en Azpeitia. Esta víctima, que no estaba dispuesta a soportar la inmoralidad, por la doble humillación, de vivir encima de la cristalería del etarra que mató a su marido, no paró hasta lograr que la Audiencia Nacional decretara un embargo contra el negocio del ex preso. Un negocio que, por impago, terminó por salir a subasta.
Hoy la familia de Joseba Pagazaurtundua comparecerá ante los medios, como tantas veces ha hecho para enfrentarse a ETA, pero ahora con la novedad de que la Ertzaintza, por orden del juez Grande Marlasca, ha puesto cara el que les arrebató a su ser más querido. Quién sabe si se lo han cruzado más de una vez en estos siete años de espera . Nadie les devolverá a Joseba pero les habrá aliviado saber que la justicia, cuando pone en marcha su mecanismo, si hay voluntad política de cortar con todas las extensiones del negociado terrorista, puede resultar implacable.
«Detener, detener y detener» repetía el ministro Rubalcaba, a modo de consigna, más centrado en la desconfianza que hayan podido suscitar los movimientos carcelarios, que en algunos casos se han interpretado como beneficios gratuitos a cambio de una declaración desvinculándose de la violencia de la que casi nadie se ha enterado. Con el tiempo se irá viendo si las detenciones son incompatibles con los movimientos de presos o, más bien, pueden llegar a ser «la otra cara de la moneda».
Lo que sí saben los reclusos que se han ido desvinculando de ETA y, en consecuencia, de sus abogados es que no hay salida colectiva. La solución dada a los ‘polimilis’ pertenece ya a otra época. La solución será, para quien quiera, individual. Los compañeros y amigos de Joseba Pagazaurtundua pedían ayer «larga vida carcelaria» para el culpable del atentado cometido hace siete años. Parece una obviedad pero cuando subyace cierta inquietud ante la tentación de premiar o recompensar a los que dejan de matar, la petición tiene la fuerza de un huracán.
Si es cierto que hay una cincuentena de presos ya desvinculados de ETA, que salgan del armario, den un paso al frente y pidan perdón públicamente. Tendrán que hacerlo de uno en uno. El Gobierno espera que eso se empiece a producir. Solo así la sociedad vasca podrá liberarse del lastre más pesado y abominable de nuestra historia.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 4/8/2010