JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC

  • El nombramiento de Dolores Delgado reúne amiguismo, nepotismo y arbitrariedad

EL nombramiento de Dolores Delgado tiene su valor didáctico. Reúne en un solo acto muchos rasgos propios del sanchismo: amiguismo, nepotismo, arbitrariedad, toma de una parte del Poder Judicial por un grupo afín en lo ideológico y en lo personal, irregularidad procedimental, abuso del principio de jerarquía, cruda politización de la Justicia, conflicto de intereses, ignorancia de las formas. Así de entrada. Lo singular del régimen sanchista no es que se dé una u otra de esas lacras antidemocráticas, sino que se den todas a la vez en una sola decisión. Ninguno de los gobiernos democráticos de España se ha librado de actos de amiguismo, de nepotismo, de arbitrariedad, etcétera. Pero no traían el conjunto de vicios enredado como un todo lesivo, deletéreo. La amenaza del abuso siempre pesa sobre un sistema democrático, y lo suyo es preverlo y corregirlo. Los partidos pretendan controlar las instituciones, las instituciones tratan de rebasar sus competencias. El Ejecutivo sufre la tentación de neutralizar al legislativo, de asegurarse un gobierno de los jueces de su mismo color político, de zafarse de los órganos de control. Y por supuesto es habitual que la persona detrás de un cargo público actúe en interés propio o de los suyos en vez de hacerlo en interés general. Lo que hace una democracia sana en estos casos es enderezar las inclinaciones perversas, recurrir al imperio de la ley, regenerarse.

El sanchismo es un fenómeno diferente. No es una etapa más en la alternancia, por eso no funciona con él ninguno de los tratamientos que las democracias liberales se aplican a sí mismas para recuperar el vigor de sus principios y valores. Es el proyecto de imponer un nuevo régimen a base de estirar, tergiversar, obviar, desvirtuar aquellos principios y valores de manera general y persistente. Hacer que signifiquen su contrario. Por eso es oportuno recurrir a Orwell para entenderlo. Sánchez ha tenido suerte en su campaña liberticida porque su quinquenio ha coincidido con el despliegue de la macedonia ideológica woke. Woke es llamar igualdad a la desigualdad ante la ley (por género, por nación histórica), hasta que la estafa intelectual canta demasiado y la academia aborrece del principio de igualdad para abrazar el de equidad. Woke es llamar feminismo al borrado de la mujer. Woke es llamar libertad a la mutilación y hormonación de adolescentes sensibles a una moda pedagógica.

El sanchismo ha aprovechado en clave doméstica su coincidencia con esta corriente occidental. Ha sumado la introducción de la lógica amigo-enemigo en el mismísimo discurso oficial (o sea, ha gobernado contra media España). Ha tenido la falta de escrúpulos suficiente para apagar cada abuso con el ruido del siguiente. Así ha ido construyendo un régimen dentro de otro, una autocracia dentro de una democracia. Dentro de 41 días podemos empezar a liberar la casa tomada.