También se ríe el Jefe del Estado, cuyo atronador abucheo en el Nou Camp al sonar el himno nacional ha debido de ser también masajeado, al punto de olvidarlo. Y mientras Homs se reía del Supremo y la alianza de la banda de Pujol y la de Junqueras promovía una nueva iniciativa golpista, dirigentes de Sociedad Cívica Catalana, de Empresarios de Barcelona y la única directora de instituto que se negó a entregar la llave de su centro para el referéndum del 9-N se quejaban amargamente en Madrid de que el Estado español haya desaparecido de Cataluña y de que han abandonando a los catalanes no separatistas al terror y el apartheid de esos déspotas con los que se ríe el Rey y alcanza la vicepresidenta su plena beatitud espasmódica.
Por desgracia, no es que el Gobierno y el Rey hayan abandonado a los catalanes españoles sino que sólo tratan, dialogan, se ríen y financian a los catalanes que a diario combaten a España y a la libertad. Nada espero de la vicepresidenta. Si tuviera algún decoro, no diré patriotismo, sus televisiones no favorecerían a la marca roja del PP (Podemos) y, de paso, al separatismo. Lo del Rey es peor, porque en contra de su discurso de coronación y 10 días después de la suelta judicial de los Borbondanga, ha faltado a su compromiso personal, refrendado con el juramento ante las Cortes de la nación, que fue el de defender la Constitución y que la Corona diera prueba permanente de ejemplaridad. Ni lo uno ni lo otro. No está con los catalanes que defienden la Constitución y se monda con los separatistas. No sé dónde le ve la gracia, la verdad. A mí no me hace ninguna.