Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Los datos registrados en el mes de mayo vienen a confirmar que, al igual que el súbito encarecimiento de la energía elevó el IPC a alturas insoportables el pasado año, su calmada moderación actual los devuelve a niveles más razonables. ¿Están bien los precios? Pues sí. Desde luego si los comparamos con lo vivido en 2022, sin duda. La inflación general cayó casi un punto, hasta el 3,2% desde el 4,1% de abril. Lo cual es mucho.
Pero si la pregunta se refiere a si están los precios lo suficientemente bien como para calmar los temores de la gente, la conclusión es diferente. En primer lugar porque la energía ha hecho ya sus deberes al reducir sus precios nada menos que en un 19,6%, vistos año a año y es muy difícil que podamos recibir más ayuda por ese lado. En segundo lugar, la inflación de los alimentos, bebidas y tabaco sigue en un exagerado 11,6%. Un nivel demasiado alto y que resulta difícil de soportar por los ciudadanos, que se han visto obligados a modificar sus pautas de consumo y reducir sus compras de alimentos frescos, de pescado y de carne.
Como además los precios son acumulativos y solo ‘olvidan’ su nivel absoluto en las estadísticas y no en los mercados, el mensaje de que los precios suben menos no cala en la población y no sirve de consuelo a todos los que se acercan cada día a hacer sus compras y comprueban que su dinero no les alcanza. El Banco de España acaba de situar el nivel de la renta ‘per cápita’ española 17 puntos por debajo de la media de l zona euro. Es decir, un nivel peor en 8 puntos al registrado en 2005.
Y en tercer lugar porque deambulamos todavía muy por encima de los objetivos de precios marcados por el BCE, de manera que será difícil que éste afloje su actual política monetaria, que a pesar de lo desagradable que es el nivel de los tipos de interés y lo perjudicial que resulta el encarecimiento de las hipotecas y del resto de los créditos, se mantienen todavía por debajo de la inflación europea y navegan por coordenadas negativas en términos reales.
Todo ello resta optimismo al mensaje gubernamental que utiliza la moderación de precios como una muestra de su buen hacer en materia económica, a pesar de que cuando subieron dirigió lejos de sí toda culpa y la dirigía en exclusiva hacia el malvado Putin y la desgraciada guerra en Ucrania.
Es muy posible que los ciudadanos se alegren al leer que los precios suben menos (según lo que lean puede leer incluso que bajan, lo cual es un engañabobos), pero la alegría solo le durará hasta que le llegue el turno de comprar la fruta. En ese momento verá la realidad.