Manu Montero, EL CORREO, 24/6/11
No se entiende por qué una organización que consigue el mayor éxito de su historia optará justo en ese momento por hacer mutis. Sería como si Aníbal y demás cartagineses pasan los Alpes y deciden disolver su ejército porque la violencia no gusta a los romanos.
Todo ha cambiado para que nada cambie que la izquierda abertzale. Con la operación Bildu ha conseguido, sin costos y de una tacada, legalización, propaganda sin cuento, resultados electorales de cuento y poder local a raudales. Tras el éxito, vuelve por sus fueros, que nadie piense que se han convertido en unos flojos. Retoman las manifestaciones/demostraciones -con preso triunfal a la cabeza- los abucheos fascistas al concejal del PP en Elorrio, las movilizaciones soberanistas por las reivindicaciones de siempre, la negativa a que haya escoltas en los espacios bilduinos, zona liberada. Siguen anclados en las viejas recetas del pasado, por usar un lema que fuera del gusto de Batasuna que, como es sabido, nada tiene que ver con su hijastra putativa Bildu, usurpadora, que no sucesora. Todo vuelve a sus cauces. Hasta detienen a un (presunto) miembro de la organización que había estado de compras en Italia: material electrónico para activar bombas. La tregua es pacifismo armado, si vis pacem para bellum. O sea, que ya estamos todos, sólo falta la kale borroka.
Nada ha cambiado y al mismo tiempo ha saltado todo. Retrocedemos unos 15 años o peor, al haber recibido el nacionalismo radical una sobredosis de legitimación que ha propiciado espacios impensables. Quienes han diseñado la estrategia tienen serias razones para felicitarse, porque van ganando.
Asombra la superficialidad con que los partidos democráticos han aupado a Bildu hasta el mayor éxito de la historia abertzale. Se compartiese o no, cabría entender que los políticos -y al gobierno, jueces, salvadores de la patria y demás- les hubiesen entrado escrúpulos por la Ley de Partidos y entendido que el derecho de presentarse a las elecciones prevalece sobre cualquier otra consideración. El argumento hubiera tenido su peso: la democracia se suicida pero lo hace por sus convicciones sobre los derechos individuales. Estúpido, pero con un punto de nobleza.
No es el argumento que se ha usado. Si se quita los desvelos de corto alcance -cómo nos irá al partido después de…- y la defensa nacionalista de ”los nuestros”, sólo se ha oído el sobreempleo de la idea según la cual así daban pasos irreversibles hacia la desaparición de ETA. Eso, pese a que no sea posible entender por qué una organización que consigue el mayor éxito de su historia optará justo en ese momento por hacer mutis. Sería como si Aníbal y demás cartagineses pasan los Alpes y deciden disolver su ejército porque la violencia no gusta a los romanos.
En los bandazos ha destacado el PSOE/PSE, obsesionado con que legalizar bilduinos nos acercaba a la paz y difundiendo la especie de que Batasuna se ha caído en el caballo y convertido.
Ha puesto más empeño que los propios afectados, a los que quizás les cueste contar esta historia sin que les salte la risa. Tal y como han ido las cosas, da la impresión de que este estropicio formaba parte de alguna operación astuta (Conversaciones de Loyola o Arrepentidos del Goierri) en la que tras un par de triquiñuelas ministeriales la organización diría adiós muy buenas. Es el modelo de cierre por el que se ha apostado –modelo birlibirloque-, “dejadme solo que esto lo ha arreglo yo” sin más que cenar en la mesa de partidos, un par de referéndums y de postre reconciliación: la mirada hacia otro lado institucionalizada. No es que a uno le disguste el borrón y cuenta nueva, si lo hubiese: pero el procedimiento de premiar a Hitler no sirvió para apaciguarlo. ¿Saldrá otro buitre de la chistera? De momento, el animal se está dando una buena zampada. Mientras, los sociatas se han quedado a dos velas: en el pecado ha llevado a la penitencia -pero los penitentes iremos a escote-..
Tampoco nacionalismo civilizado están para echar las campanas al vuelo. Se muestran contentos los de EA por su pacto histórico, pero lo suyo es de nota. Habrán triunfado, pero también desaparecido, engullidos. En los discursos de la coalición Bildu no se ven secuelas de su pensamiento, si existía. No está claro si los suyo es victoria o derrota, pero sí que es póstuma. Lo de Aralar e IU quizás sea altruismo puro, al desaparecer por el éxito de su apoyo a Batasuna, a no ser que pretendiesen sacar tajada.
Su paternalismo sobre la comunidad nacionalista le ha jugado una mala pasada al PNV. De tanto alabar a estos buenos chicos y sus ansias democráticas los ha elevado a la santidad electoral. Si pensaba encontrar una peana sobre la que subirse al altar, se ha encontrado con una criatura respondona. De pronto, tiene un competidor entre los suyos, a sólo cinco puntos. ¿Y si le arrebata el santo y la limosna? Como para soberanista ya está Bildu, al PNV le peligra la tradicional ambigüedad, uno de sus pilares históricos. Tiene ahora muy difícil ser radical y moderado a la vez. En un postrer intento por sostenerse equívoco, ha dejado que Bildu se haga con los sacramentos. Dicen las malas lenguas que confía en que enseguida muestre sus torpezas y además se peleen. En un par de años el PNV recuperaría las riendas. Si lo piensan, algo les va mal. No está claro que las malas gestiones quiten votos (hay jurisprudencia) y a lo mejor al soberanista le gusta más las pancartas que el buen gobierno. De que se echen los trastos a la cabeza… olvidan que este coronel sí tiene quien le escriba; las cartas podrían sugerir el buen camino y hay consejos que no se pueden rechazar.
Todo este asunto es de enjundia, pero se llevado de forma frívola. Los partidos han actuado según sus fantasías, sin cotejar la realidad las fábulas son fabulosas, pero no dejan de ser fábulas.
Manu Montero, EL CORREO, 24/6/11