Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 22/8/11
Lejos, muy lejos de nosotros, la funesta manía de pensar». Así le escribieron los catedráticos de la Universidad catalana de Cervera a Fernando VII. Frase cumbre en el género de la subordinación al que manda y retrato del estado de corrupción de aquel momento histórico.
Se la enviaron al que regresó al poder aclamado por su pueblo en 1814. El que puso fin a la revolución gaditana mediante un autogolpe de estado, suspendió la Constitución y disolvió las Cortes. El rey que procesó y condenó a los principales dirigentes liberales y quien -en palabras del historiador donostiarra Juan Pablo Fusi- dejó un país dividido y enfrentado, el cual, tras su muerte, se precipitó a la guerra civil. Los gobernantes pueden hacer muchas tonterías, no menos, desde luego, que los gobernados. Es una máxima universalmente aplicable en el espacio y en el tiempo. La funesta manía de no pensar por parte de los atemorizados, de los oportunistas y de gentes de poco juicio se halla entre los bienes más preciados de los máximos canallas de la política.
Sin la funesta manía de pensar podríamos dar por bueno el modelo de fin del terrorismo que propone la nueva y vieja Batasuna. En pocos pasos: sólo hace falta aceptar que el ataque a la vida y a la libertad ideológica de los contrarios está justificada, total o parcialmente, al ser los victimarios partidarios de un modelo de estado-nación vasco y llamarle a todo esto «conflicto» o «konflikto». En segundo lugar, resulta preciso aceptar la equidistancia entre los victimarios de ETA y las víctimas. Y que las responsabilidades legales, sociales, judiciales e históricas deben ser repartidas entre todos, de forma abstracta. Debe aceptarse, complementariamente, que los colegas de los victimarios administren los tiempos de la fórmula y los tiempos de la opinión pública y de la iniciativa política en Euskadi y en el resto de España.
La tercera burbuja de la paz está construida sobre las mismas arenas movedizas de la primera -la de Lizarra de 1998- y de la segunda -la denominada como ‘proceso de final dialogado’ de 2005 y 2006-. Los pivotes se colocan sobre la necesidad subjetiva de justificar lo injustificable por parte de ETA-Batasuna y sobre la necesidad de lograr sus planteamientos políticos y la impunidad judicial. Sin la funesta manía de pensar vaciaríamos de contenido los valores superiores del ordenamiento jurídico vigente. Y si no nos subordinamos, los de ETA amenazarán con pinchar la burbuja, una vez más, pero habrá una legión de cándidos que llegarán a confundir la naturaleza del ilusionismo político con sus sueños de buena voluntad, sin entender el fondo de chantaje inaceptable. A la Universidad de Cervera, por cierto, no le fue bien.
Maite Pagazaurtundua, EL CORREO, 22/8/11