ABC 14/11/16
· La queja de Francia por incluir territorio galo en los «Països Catalans» se suma a la lista de fiascos
La diplomacia catalana va de resbalón en resbalón. La pretensión de «internacionalizar el proceso» y, en la medida de lo posible, lograr la complicidad internacional hacia el movimiento independentista cosecha un fracaso tras otro. Ni los recursos destinados, ni la ampliación de la red de embajadas, ni el haber elevado a rango de consejería los Asuntos Exteriores que lidera Raül Romeva han conseguido trasladar el «proceso» a la agenda internacional.
En algunos casos, la indiferencia con que se han topado los «foreign affairs» catalanes se ha transformado en enojo, aunque el caso no da aún para conflicto diplomático, algo reservado todavía a los estados.
Es lo que ha sucedido con la reciente iniciativa del Gobierno francés, que protestó de manera formal por la declaración que el Parlamento catalán aprobó en octubre pasado defendiendo el derecho de autodeterminación de los «Països Catalans», en los que incluye al territorio francés del Rosellón, conocido también como la «Catalunya Nord», y que fue parte de España hasta el siglo XVII. El lunes pasado, el Ministerio francés de Asuntos Exteriores y Desarrollo Internacional remitió una nota verbal (escrito que supone la vía formal de comunicación más habitual en diplomacia) a la Embajada de España en París en la que advertía, según recogió Ep, de que el Parlamento catalán «no tiene como misión inmiscuirse en los asuntos internos franceses».
El escrito «lamenta» que el Parlament «emita resoluciones que atentan» contra la soberanía de Francia y avisa de que subrayará estos mensajes ante el delegado de Cataluña en París «cuando se presente la ocasión». Francia presentó su queja a España, y no directamente a la Generalitat catalana, porque considera que su interlocutor oficial para los asuntos que tengan que ver con Cataluña es el Gobierno español.
La reacción francesa es la esperada en un país que se ha mostrado como uno de los más reticentes al proceso soberanista en Cataluña. El origen catalán de su primer ministro, Manuel Valls, no ha modificado un apice la tradicional postura francesa con respecto a unos procesos disgregadores que, en este caso, le atañen muy directamente.
Historial de fracasos
La queja formal del Gobierno francés es solo el último chasco de la diplomacia catalana. Uno de los capítulos más recientes se vivió el pasado mes de mayo, cuando un recién estrenado en el cargo Carles Puigdemont quiso acudir a Bruselas para entrevistarse con el presidente del Parlamento europeo y el de la Comisión Europea. Tanto Martin Schulz como Jean-Claude Juncker declinaron el encuentro.
Antes que eso, y durante la etapa de Artur Mas como presidente, los reveses llegaron de parte de líderes mundiales como Barack Obama, Angela Merkel o David Cameron. En el caso del presidente de los Estados Unidos, su pronunciamiento a favor de una España «unificada» se producía, en presencia del Rey Felipe VI, nada menos que a dos semanas de las elecciones «plebiscitarias» del 27-S. Con anterioridad, el envío de cartas de la Generalitat a las cancillerías de medio mundo explicando el «caso catalán» fue respondido con total indiferencia.