Pablo Pombo-El Confidencial
- La crisis del caso Mediador no se podrá sellar hasta que todos los representantes socialistas involucrados sean separados de los demás
Cerramos una semana negra para los socialistas: inflación disparada, caso Mediador estallando, tensiones recrudecidas en la coalición a cuenta de la ley del solo sí es sí y dura marcha de Ferrovial. Todo ello con Moncloa dando manotazos de ahogado al comunicar. La impresión de naufragio es evidente y lo malo es que la próxima semana será peor. El tiempo se le comprime al PSOE, las opciones de encontrar aire para remontar van estrechándose a ojos vista.
Hoy nos centraremos en la gestión de la crisis para las siglas socialistas que ha provocado la trama protagonizada por Tito Berni. Un manejo de la dificultad marcado por un diagnóstico errado y por una receta que solo puede agravar los problemas.
La primera fase en la gestión de cualquier crisis es la contención. Y quienes afrontan esta situación han hecho una lectura equivocada de los hechos: están actuando como si el problema ya estuviese contenido, como si no fuese a ir a más. No es así. Han puesto unos guijarros para frenar el caudal que viene. No hay papel para toda la información que los distintos medios irán publicando durante las próximas semanas.
Quedan novedades, quedan derivadas y quedan nuevos signos de interrogación por abrirse. Algunos de ellos menos escabrosos que los ya abiertos, pero potencialmente igual de jugosos o más para los adversarios del PSOE. Interrogantes, por ejemplo, en torno a otros altos cargos socialistas involucrados, fondos europeos manchados y la posibilidad —no despejada— de que Ferraz haya tenido información privilegiada sobre una investigación de la Guardia Civil. Actuar como si nada de esto fuese a ocurrir equivale a negar el principio de realidad, algo sencillamente impropio, no ya de cualquier profesional, sino de cualquier persona sensata.
El yerro no acaba en una mala lectura de la crisis, muy lejos de ser contenida. Al elaborar la receta, han saltado a la siguiente etapa de la gestión de crisis —el aislamiento— para actuar de una manera igualmente chapucera. Esgrimir que se actuará en el grupo parlamentario con «toda la contundencia» implica asumir el riesgo —quizá manejable— de tener que dejar a más de una decena de diputados sin escaño a 90 días de las primeras elecciones, con el consiguiente peligro adicional de que alguno se te rebele. Esa opción solo resulta aconsejable si no se apaga la luz al mismo tiempo, como está pasando. Ahí es donde tienen la incoherencia estratégica. Impedir la transparencia es un error sostenido sobre el pensamiento mágico que propaga el contagio en lugar de sellar la adversidad.
«Anunciar una ofensiva de querellas mientras se oculta la verdad no protege a los parlamentarios socialistas, los desprotege»
Anunciar una ofensiva de querellas mientras se oculta la verdad no protege a los parlamentarios socialistas, los desprotege. No sirve para evitar lo que pasará —probablemente, se publicarán los detalles de los comensales—. Pero sí que vale para extender la sombra de la sospecha sobre cada uno de los diputados decentes, sobre el grupo entero y sobre la marca general. Es una decisión venenosa en clave orgánica y suicida en términos electorales.
¿Cómo demonios puede un diputado completamente ajeno a esta trama convencer a su familia de que no es un deputero? ¿Y a los votantes de su circunscripción? ¿Y qué piensa cada uno de los diputados inocentes sobre la mancha a su dignidad personal que está extendiendo la dirección nacional del partido por negarse a que se sepa lo sucedido?
Moncloa no tiene derecho a ocultar a los españoles la información que quiere censurar. Pero Ferraz sí tiene la obligación moral de velar por el honor de quienes están fuera de la zona sórdida. Impedir la transparencia significa imponer al conjunto de diputados y senadores socialistas la losa de que «Berni somos todos».
«Manejar argumentos tan pobres como que ‘una cosa es cenar y otra lo demás’ implica olvidarse de que los votantes tienen ojos»
Manejar argumentos tan pobres como que «una cosa es cenar y otra lo demás» implica olvidarse de que los votantes tienen ojos y de que las imágenes publicadas son un espanto. Lo cierto es que la duda razonable no se va a evaporar, aunque no haya más fotografías de las que se han visto. Y contra eso no se puede luchar sin extremar el principio de ejemplaridad.
La crisis del caso Mediador no se podrá sellar hasta que todos los representantes socialistas involucrados sean separados de los demás. Seguro que no es lo más justo para todos los señalados, pero es lo más adecuado para el interés del partido y para evitar un descrédito mayor de nuestra democracia.
Persistir en la equivocación no es aplicar una estrategia defensiva, pero sí aplicar un plan autolesivo. Ningún líder defiende el castillo maltratando el honor de sus buenos soldados. Esa quiebra del principio de confianza fractura la cohesión, rompe la motivación y da munición para el fuego amigo. La crisis del caso Mediador no se podrá contener a corto plazo porque queda mucho por salir y también porque todo lo que se publicará tensará la relación con los socios en el parlamento y en el Gobierno.
Podemos debe estar negociando su docilidad por debajo de la mesa. Y cabe anticipar que si Sánchez no cumple con el chantaje, habrá nuevos efectos indeseados. Es decir, otras consecuencias de otros errores previsibles y, por lo tanto, evitables.
La torpe y moralmente reprobable gestión de esta crisis, que se vende como severa y no para de generar problemas adicionales, ha provocado que —en poco más de una semana— la corrupción se haya convertido en un pesado lastre más para los socialistas. Ya no podrán evitar que sea un asunto central en la campaña electoral.
¿Cómo de central? Hay números sobre ello: no demasiado lejos del desastre provocado por la ley del solo sí es sí. Según el sondeo de Sigma Dos que se publicó ayer, 6 de cada diez electores socialistas creen que el caso Mediador tendrá coste electoral en mayo.
Hace unos días, la última encuesta de DYM reflejaba que ocho de cada diez votantes del PSOE creía que la ley del solo sí es sí tendría consecuencias negativas o muy negativas en las urnas municipales autonómicas.
En esos números andamos. Justo antes de una semana que pinta horrorosa para las socialistas: el asco por lo de Berni convivirá con la tristeza de un 8-M teñido de fracaso y de división. Queda menos para mayo, pero queda mucho, muchísimo que contar.