El alevoso ataque del régimen teocrático de Irán contra el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, de una crueldad repulsiva, realizado por sus empleados de Hamás, a los que arma, paga sus salarios, asesora, entrena y da instrucciones, desencadenó la terrible conflagración que se está extendiendo en las últimas semanas a la totalidad de Medio Oriente. Cuando los clérigos de Teherán decidieron llevar a cabo esta acción criminal lo hicieron con plena conciencia y el manifiesto propósito de desestabilizar la región y forzar al gobierno de Netanyahu a defenderse actuando con contundencia en Gaza y en el Líbano, donde Hezbolá, otro brazo terrorista de los ayatolás iranís, ha intensificado sus operaciones sobre el norte de su vecino, también obedeciendo órdenes del Líder Supremo Alí Jamenei.
La República Islámica se debate entre dos opciones, una más realista y la otra inequívocamente suicida. Por un lado, puede seguir hostigando a Israel desde Líbano, Gaza, Yemen, Siria, Cisjordania y su propio territorio, pero sin dejar que la situación se desborde y desemboque en una guerra total y abierta con su archienemigo o, por otro, puede caer en la tentación de liarse el turbante a la cabeza e intentar acabar con la única democracia de la zona en un choque sin límite que arda a la vez en seis frentes, con la esperanza de que el ejército israelí no sea capaz de un esfuerzo tan grande y múltiple.
Un análisis objetivo de las respectivas fuerzas en presencia conduce a la conclusión de que Israel supera a sus adversarios en inteligencia, armamento, motivación, tecnología y potencia de fuego, eso por no mencionar su arsenal nuclear, nunca confesado, pero real, que representa una garantía de último recurso a la hora de asegurar su supervivencia. Guerras anteriores con los países árabes han demostrado cuál es el resultado de los ataques irrestrictos al estado judío. Por tanto, si la dictadura iraní se lanza a una confrontación sin freno con Israel es más que probable que su inevitable derrota desemboque en el colapso de la tiranía teocrática y el inicio de una etapa de libertad, paz y progreso para el pueblo de Irán.
En este contexto tan complejo como inquietante, cabe preguntarse cuál debería ser la estrategia a seguir por la Unión Europea y las democracias occidentales en general, con la OTAN como herramienta clave, para apoyar a su mejor aliado frente al fundamentalismo islámico y para liquidar definitivamente a la fuente más maligna y constante de inestabilidad, violencia y daño económico en Oriente Próximo y Medio y de graves perturbaciones en el plano global.
El espejismo de una división entre moderados y duros en Irán es eso, una ilusión sin sentido, porque allí todas las familias del régimen obedecen al Líder Supremo
Para responder correctamente a este interrogante, los gobiernos europeos y Washington tendrían que examinar con la debida lucidez la experiencia acumulada en sus relaciones con el venenoso tinglado chiita. En primer lugar, aceptar que las políticas de apaciguamiento, negociación y diálogo han sido, además de inútiles, contraproducentes. En segundo, que el espejismo de una división entre moderados y duros en Irán es eso, una ilusión sin sentido, porque allí todas las familias del régimen obedecen al Líder Supremo mientras la Guardia Revolucionaria bajo su mando controla prácticamente todos los resortes del poder económico, político y militar. En tercero, que la caída del sistema totalitario de los ayatolás no acarrearía para nada el caos en el país ni su descomposición en milicias hostiles entre sí ni tampoco en masacres sectarias. Irán no es Libia ni Siria ni Irak. La sociedad iraní cuenta con una amplia clase media, goza de un nivel cultural notable y sus ciudadanos son gente civilizada y alfabetizada con 3000 años de historia detrás. Además, la oposición interna y en el exilio representada por el Consejo Nacional de Resistencia de Irán (CNRI) es una organización perfectamente estructurada con un liderazgo carismático e inteligente personificado en Maryam Rajavi, la María Corina Machado de Irán, una mujer de extraordinario coraje, impecable trayectoria y visión a largo plazo. En caso de derrumbe de la actual dictadura, el CNRI está plenamente capacitado para guiar a la sociedad iraní en una transición ordenada y pacífica hacia la democracia. Basta leer su plan de diez puntos para el futuro de Irán para que cualquier demócrata del mundo le dé un voto de confianza. Y, por último, insistir en la conveniencia de salvar el acuerdo nuclear de 2015 revela una preocupante ceguera porque el JCPOA está congelado desde que Estados Unidos se retiró del mismo y sólo es una treta de la parte iraní para ganar tiempo hasta disponer de ojivas atómicas para sus misiles.
Seis pasos a seguir
El camino a seguir en la presente coyuntura por la Unión Europea y Occidente en general ha de consistir en las siguientes medidas: 1) Aislamiento internacional de la República Islámica con la retirada de todas las representaciones diplomáticas en Teherán y el cierre de las iraníes en nuestras capitales 2) Estrangulamiento financiero del régimen criminal y terrorista con incremento de las sanciones y parálisis del comercio 3) Designación de la Guardia Revolucionaria como organización terrorista 4) Pleno apoyo a la oposición democrática y al pueblo de Irán en su combate contra la opresión de los mullahs 5) Respaldo sin complejos a Israel en su lucha para defenderse de una agresión intolerable y 6) Rechazo sin vacilaciones del chantaje mediante la toma de rehenes sin ceder en ningún caso por doloroso que sea.
Este cambio de política para transitar desde la inoperancia, la pusilanimidad y las vanas esperanzas a la firmeza, la eficacia y la determinación, sustraería al eje tóxico Venezuela-Rusia-Irán uno de sus eslabones más resistentes debilitando al resto y avanzando así hacia la neutralización completa del conjunto. La irrupción de la guerra en Oriente Medio nos ofrece una gran oportunidad para drenar la ciénaga pestilente que en la que durante cuarenta y cinco años ha venido ahogándose el pueblo iraní. Desaprovecharla no sólo constituiría un error político y estratégico imperdonable, sino que haría de nuestros gobiernos y del Servicio Exterior de la UE colaboradores despreciables de la peor aberración que nuestro planeta ha conocido desde la desaparición del horror nazi y del estalinismo soviético.