Gabriel Sanz-Vozpópuli
- Sánchez se empeña en engordar a un Vox que no tiene más alternativa que hacer a Feijóo presidente, igual que Podemos no la tuvo cuando quiso echar a Rajoy
A la hora de analizar qué está pasando conviene tener claro de antemano que a Mariano Rajoy no le echó Pedro Sánchez del poder en junio de 2018, como a Sánchez no le va a echar de La Moncloa Alberto Núñez Feijóo. A Rajoy lo echó una sopa de letras contra la corrupción en la que el PSOE tuvo un papel preponderante de la mano del hoy presidente del Gobierno, cierto, pero Podemos y los socios independentistas jugaron un papel tanto o más crucial que el de los socialistas, aunque estos hayan sido los principales beneficiarios del ciclo político que abrió aquella censura inédita; Y a Sánchez lo va a echar Vox aunque el presidente del PP vaya a ser beneficiario último.
Ya puede repetir una y mil veces, contra toda evidencia, la portavoz del PSOE, Montse Mínguez, eso de que «estamos más fuertes que nunca» (sic), que son un dique «frente a la ultraderecha» y que «en España hay miedo a Vox», que las matemáticas del domingo pasado no parecen acompañarla en ese análisis. A las pruebas me remito: El partido que lo fue todo en Extremadura durante los últimos cuarenta años -no bajó del 40% ni yéndose a la oposición en 2011-, hoy es tercero en Badajoz capital y otras ciudades por detrás de los de Santiago Abascal, y en cómputo global autonómico los antaño hegemónicos socialistas se han quedado en un escuálido 25,72% de voto, más cerca de Vox (16,9%) que del PP (43,18%). Esa es la realidad.
De esto nadie habló el lunes en la Ejecutiva Federal del PSOE tras el batacazo, sencillamente porque no conviene al líder hablar de ello en su estrategia de seguir cavando el hoyo en que ha metido al partido y que consiste, básicamente, en convencer a los españoles que le detestan de que votan mal. Nadie, ningún miembro del sanedrín socialista, tan convulso en otras épocas históricas de mayor pujanza orgánica y representativa, tuvo la gallardía de pedir la palabra para contrariar a a aquel del que dependen sus sueldos y prebendas para decirle a la cara: «Pedro: el muro que vendiste en el debate de investidura de 2023 es hoy un hoyo al que va a caer toda la organización, hoy Extremadura, mañana Aragón, Castilla y León, Andalucía y en 2027 los restos del partido que fundó Pablo Iglesias y te legaron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero«… o algo así.
¿Nadie levanta la voz en este Ferraz?
Conste que entiendo el factor humano: exponerse de forma tan cruda ante un personaje que ha demostrado tolerar mal, muy mal, la critica, es tanto como decirle al emperador que va desnudo, pedirle que asuma el fracaso de una legislatura que nunca debió empezar en estos términos y poner de manifiesto la gran paradoja: el mismo Vox al que está contribuyendo a engordar día sí día también con su estrategia y sus discursos lo va a matar políticamente en esta especie de ley del péndulo que estamos viviendo; no pido heroicidades a nadie, pero de ahí a dejar que salga Mínguez a afirmar poco menos que «todo correcto» media un abismo suicida. ¿Si todo va tan bien, Montse, Pedro, cómo es que vuestros votantes se quedaron en casa, en el mejor de los casos?
Por eso no me extrañan las risas del taimado Feijóo el domingo por la noche en la sede de Génova 13, a pesar de que el resultado de su PP en Extremadura no es, ni mucho menos, para tirar cohetes. Gana pero sin brillar, como el Real Madrid de Xabi Alonso, y el público comienza a impacientarse; digo que le entiendo porque creo que el líder popular ha comprendido o le han convencido de que, a estas alturas, ya da igual el resultado manifiestamente mejorable de una equivocada en tantos aspectos de la campaña María Guardiola, que ahora tendrá que penar su soberbia en las negociaciones con los de Abascal.
La clave de futuro para llegar a La Moncloa no son ella ni sus errores -prescindir del desembarco de otros barones para arroparla y, sobre todo, ausentarse del debate televisivo, lo cual dio alas a Vox-, la clave, digo, es esa subida vertiginosa de Abascal en Territorio Ferraz que ha puesto de los nervios al socialismo hispano porque intuye va a bloquear por muchos años cualquier otra opción de gobierno en comunidades, ayuntamientos y Gobierno de la Nación que no pase por el PP y por Vox.
Hasta un 60% de voto sumaron las derechas el domingo en el feudo que fue de los Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Guillermo Fernández Vara (DEP) y con una participación superior al 62%, no da para echar la culpa de la terrible derrota del PSOE al empedrado de la abstenciòn; es decir, que el mantra de que la izquierda se quedó en casa para castigar a un candidato imposible por procesado, Miguel Ángel Gallardo, y de paso a Pedro Sánchez, es cierto pero a medias… Ma non troppo.
Están tragando demasiada «mierda»
Son esas matemáticas a las que parece no querer hacer caso esta numantina dirigencia socialista, basadas en la famosa Ley D’Hont, no en deseos ni elucubraciones personales, las que están disolviendo al gran partido de Estado que fue el PSOE cual azucarillo en ese café progresista en que lo está convirtiendo el hoy presidente del Gobierno y que para muchos ex votantes, ex simpatizantes e incluso ex ministros y ex presidentes -González dixit- ya ni sabe a café ni a progresismo de tan «plurinacional» y comprensivo con el independentismo que se ha vuelto. Lo dijo Ibarra días antes con el lenguaje corrosivo que le caracteriza: «Si el PSOE pierde será por toda la mierda que ha tenido que tragar» (sic).
¿Que los de Abascal van a hacer pasar a la baronesa extremeña por el aro para pasarle factura de sus «desprecios» (sic) en estos dos convulsos años pasados y, sobre todo, para dejar patente su fortaleza de cara a los sucesivos comicios en Aragón, el ocho de febrero; en Castilla y León, el quince de marzo; y en Andalucía en junio? ¡Pues claro! No me cabe duda… Lo raro sería lo contrario: que facilitaran, sin más, la investidura de Guardiola sin aspavientos -como han hecho en Valencia con Juanfran Pérez Llorca-.
Pero ya se cuidará muy mucho el líder de Vox de forzar una repetición electoral en Extremadura que resucite al muerto. Le va mucho futuro en ello; tanto como a Feijóo y los suyos. Conviene que La Moncloa y Ferraz se desengañen: nadie se pega semejante tiro en el pie; que se lo pregunten a Podemos y Pablo Iglesias Turrión tras la repetición de las elecciones generales de noviembre de 2019 que tan mal les salieron a ellos y a los propios socialistas. Hubo acuerdo al día siguiente por miedo a perderlo todo en unas terceras elecciones.
Sanchez se la juega con los ‘suyos’
Es más, en esa línea de que el miedo guarda la viña, tengo dudas de que al PP y a Vox les interese abrir la negociación -y las inevitables hostilidades- antes de que se abran las urnas en Aragón el 8 de febrero. ¿Por qué? Porque saben que en territorio maño sí que se la juega Sánchez con una candidata, Pilar Alegría, que ha sido hasta la semana pasada su ministra de Educación y mano derecha en tanto que portavoz del Gobierno. Ahí la derrota será suya y sólo suya, del presidente, que fue quien se empeñó personalmente en desplegar a sus fieles para controlar la sigla una vez esté fuera del poder de La Moncloa y tener así posibilidad de sobrevivirse a sí mismo.
No estoy afirmando que el durísimo batacazo del candidato socialista a la Junta de Extremadura no vaya con Pedro Sánchez, no; lo que sí digo es que, como Gallardo nunca fue santo de su devoción, sí de la de su hermano procesado, y el presidente lo aceptó a regañadientes, siempre podrá decir que esa derrota extremeña no es del todo suya por más que nadie en el PSOE o fuera de él se cree ya uno solo de. sus argumentos exculpatorios. Donde no podrá hacerlo, de ninguna de las manera, es en Aragón con Alegría dentro de mes y medio, y no les cuento en Andalucía con su vicepresidenta María Jesús Montero, en junio, o en Madrid con su ministro para todo Óscar López allá por mayo de 2027…Tic-Tac.