José Alejandro Vara-Vozpópuli
  • Doñana como disparadero electoral. Salvar un parque que el PSOE ignoró y ahora reivindica. Una trola es una trola

-«Hola, ¿es la librería?». Así saludaba Pedro Sánchez el domingo al entrar en una librería de Fuenlabrada. Como para cerciorarse. Se conoce que no está muy familiarizado con estos establecimientos inhóspitos. La última vez que tuvo un libro en sus manos fue el suyo, el de la diplomacia económica, que le escribió una aplicada amanuense. Esta ha sido otra mascarada de la factoría de ficción de Bolaños, que amontona embustes para animar la campaña.

Una petanca con jubilados de carné (del PSOE), un cafelito improvisado con el hermano de un asesor, un espontáneo encuentro con manchegas del partido, un paseo en bici por una calle blindada… El presidente se mueve en un escenario de TikTok, en un planeta pregrabado, ortopédico, de utillería. Ni una escena real, ni un momento de verdad, un trampantojo sin fin, una sucesión de episodios falsarios, puro teatro. Huye de la realidad como de la verdad. No estuvo en el Congreso cuando la votación del sí es sí, esa inmundicia. No acudió al Cervantes por si Txapote. Esa permanente «cobardía escondida», de la que hablaba Tácito, que ya no se oculta.

Despliega un rosario de artimañas, como el éxito del empleo, mero disfraz de fijos discontinuos y, de nuevo, la apoteosis de la memoria democrática con ese trasiego obsceno de huesos del franquismo

El argumentario del Ala Oeste es un despliegue de quincalla averiada. Un cargamento de grotescos espejuelos con los que hipnotizar a una sociedad durmiente. Las pensiones que conducen a la inevitable ruina; el feminismo de cartón piedra dinamitado por el sí de Irenita; la ‘pacificación‘ de Cataluña que es rendición; las cifras del éxito económico, puro hundimiento camuflado; el boom del empleo, mero disfraz de una marea de fijos discontinuos y, de nuevo, la apoteosis de la memoria democrática con ese trasiego obsceno de huesos del franquismo.

El guion, pese a su desmesura, se agota, apenas deja huella, resbala en la epidermis social a una velocidad vertiginosa. La gota malaya de los telediarios se evapora antes de caer, no deja huella. Los 800 asesores de Moncloa aceleran la gestación de nuevos relatos. Vivienda Doñana son los dos últimos hallazgos. Ambos repletos de trampas y agujeros, como es signo de la casa. Las 50.000 viviendas prometidas por el abanderado del progreso ascendieron a 95.000 en apenas 48 horas y ayer mismo aumentaron en 20.000 más, lo que redondea un total de 113.000, y dos o tres huevos duros. Más que serios anuncios de nuevas infraestructuras, parecían apuestas de binguero. O el milagro ‘de los panes y los pisos’, como dijo el líder de la oposición.

La ley de Vivienda, que se aprueba mañana, esconde un Alien tóxico, una enmienda perniciosa para alegrarle la vida a los okupas (el Gobierno anda aún afinando el concepto de ocupa con ‘c’). Merced a un acuerdo con Bildu ERC, sus tradicionales apoyos, la nueva normativa incluye una serie de trabas infernales antes de que el propietario asaltado pueda recuperar su vivienda. Será la víctima quien deberá demostrar la ilegalidad del allanamiento, y no lo contrario, y habrá asimismo de ‘certificar’ -como señalaba la información de El Mundo– si su casa es el domicilio habitual de los usurpadores. Los dueños de más de cinco inmuebles (los cinco ‘tenedores’) deberían ir pensando en hacer un Ferrovial rumbo a Portugal.

Él mismo se ha erigido en el principal defensor de la flora y fauna del ahora redescubierto recinto y lo ha convertido en el principal elemento para sacudir mandoblazos a Alberto Núñez Feijóo

Al tiempo que acaricia a los okupadores, Sánchez se aferra al ecologismo de pandereta en el coto de Doñana, esa reserva natural al que no le había dedicado ni medio segundo antes de arrancar la precampaña. Destinó, eso sí, 335.000 euros a remozar las instalaciones del palacete de las Marismillas, donde veranea. Ha encomendado a la ministra Teresa Ribera -muy holgada de tiempo ya que no suele perderlo en visitas a la peluquería- la ofensiva contra el PP andaluz por su empeño en arrasar el parque, y él mismo se ha erigido en el principal defensor de la flora y fauna del ahora redescubierto recinto y lo ha convertido en el principal elemento para sacudir mandoblazos a Alberto Núñez Feijóo.

Sánchez ha convertido las aves del parque en su lema de batalla. «Salvaremos Doñana» berrea sin pausa, travestido de niña Greta, la pequeña musa verde que derivó en criatura grotesca ya olvidada, mientras esgrime argumentos apócrifos y resoluciones europeas espurias contra el gobierno del PP andaluz. «No use Doñana como un disparadero electoral», advirtió Alfonso Guerra, que amén de socialista es andaluz. Moncloa confía en que Feijóo resulte perjudicado en esta escaramuza medioambiental falaz y prefabricada. España es un país en el que quizás funcione mejor una trola sobre los olvidados arenales de Cádiz que una turba de malvivientes al asalto de hogares.

-«Hola, ¿es Doñana?», es que vengo con el Falcon.