IGNACIO CAMACHO-ABC
- Otra ronda, camarero, y que Robles predique en el desierto de su propio Gobierno. Sólo se vive una vez y hace buen tiempo
Dijo el domingo la ministra de Defensa que el mundo está al borde de la tercera guerra y apenas si ocupó unos segundos de relleno en los telediarios del fin de semana. Se quejaba Robles, con razón, de que nadie quiere prestar atención a la amenaza pero es que, a ver, doña Margarita, estamos enfrascados con Koldo, Ayuso, Puigdemont, la esposa del presidente, la amnistía y las elecciones catalanas y viene usted como Casandra a dar la alarma de que Putin puede lanzarnos un misil balístico mientras pedimos en la terraza, bajo este sol templado de marzo, otra ración de gambas. Aquí la gente se olvidó de Ucrania en cuanto bajaron un poco las tarifas de electricidad, y de Gaza sólo se ocupan ya unos cuantos rojeras de esos que siempre tienen a mano la pancarta. Cómo le vamos a hacer caso si media España está planchando la túnica de nazareno y la otra mitad metiendo las bermudas en el equipaje de la playa. No va a ser el ruso tan ‘malaje’ de bombardearnos en Semana Santa.
Escribió una vez Muñoz Molina sobre las fotos de los europeos en la primavera de 1914, la expresión feliz de una sociedad mecida en la ‘talleyrandiana’ alegría de vivir de la Belle Èpoque, las fiestas de esplendor y derroche bajo cuya dulce música era imposible imaginar el inminente despliegue de los cañones. El sueño optimista e inocente de la paz perpetua que iba a acabarse de golpe cuando Edward Grey vio apagarse desde su ventana las farolas de Londres. Ese vitalismo impetuoso, ese intenso hedonismo anclado en la idea de un presente sin vuelta ha resurgido tras la pandemia como un turbión de estímulos compensatorios de la experiencia angustiosa de la tragedia. Y no lo va a detener ni a amargar el lejano sonido de los tambores de guerra porque el miedo acumulado nos ha lanzado a apurar la diversión como si el mañana no existiera. Fuera agoreros y lo que tenga que venir, que venga. Ya le rezaremos si es menester a la Macarena.
Y ahí está la señora Robles, que lee los informes del CNI, predicando en el desierto. En el del Sahel, sin ir más lejos, donde los golpistas de Níger han largado a las tropas americanas para echarse en brazos del zar reelecto. O en el de Arabia, junto al que China, Irán y Rusia, vaya tríada, han comenzado maniobras navales conjuntas en el Golfo Pérsico para demostrar quién controla el tráfico petrolero. A la ministra le zumban los oídos en las reuniones con sus colegas bálticos y escandinavos que empiezan a poner en alerta sus pequeños ejércitos. Pero quién se va a preocupar ahora de eso cuando el calor augura una temporada turística de récord, cuando no hay una mesa libre para cenar, los Aves circulan repletos y los hoteles se llenan a precios estratosféricos. Cómo defender el aumento del gasto militar en un Gobierno que ha renunciado a presentar los Presupuestos. Sólo se vive una vez y viene el buen tiempo. Ponga otra ronda, camarero.