MARIO VARGAS LLOSA-EL PAÍS

  • Es preciso acabar con un conflicto que está destruyendo Ucrania y sembrando el terror entre los países vecinos, Sería el momento de que un país amigo de Rusia presentara un plan sobre el que poder negociar

Parece una cosa de broma. Las fuerzas armadas de Ucrania se las arreglaron para bombardear mínimamente el puente que, de manera ilegítima, mandó construir Rusia sobre su última conquista, el lago de Crimea, y Putin, furioso con esta insolencia, bombardeó Kiev, con el resultado de diecinueve muertos, que podían haber sido cien o más. (No hay una medida clara sobre la limitación de esos bombardeos y sus víctimas). En todo caso, las fuerzas de la OTAN y de Estados Unidos no se atrevieron a responder de otro modo, porque Putin, jugando con las miles de ojivas nucleares que tiene reunidas alrededor de Rusia, amenazó una vez más con convertir el mundo en un tenebroso aquelarre atómico.

Al mismo tiempo, Putin mostró que los nuevos levados rusos desconocen sus órdenes, pues se vio a los nuevos reclutas, borrachos, fugándose a los países vecinos para escapar a las órdenes del reclutamiento, lo que da un pésimo testimonio sobre el comportamiento de las fuerzas armadas rusas en este preciso momento. Lo lamentable de este juego siniestro es el número de víctimas ucranias que se siguen acumulando sobre una guerra que, se ha visto por el comportamiento de los nuevos levados de Rusia, despierta muy poco entusiasmo en el país más interesado, según Putin, en recuperar la condición de una súper potencia militar. Claramente, lo que ha mostrado esta guerra hasta ahora es la poca disposición del ejército ruso a seguir las órdenes del propio Putin, el que, en todos los estadios de esta agresión, se ha visto frustrado por la dejadez y parsimonia de sus soldados. Se diría que Putin ni siquiera ha advertido que su país es demasiado grande y moderno para estar jugando a estas guerras que sólo tienen víctimas. (Una de las gracias del descontrol atómico es que vuelve a ciertos países invulnerables y a otros los convierte exclusivamente en víctimas. Una gracia de la que parece excluirse solamente el enloquecido personaje que gobierna Corea del Norte).

Todo, en la guerra de Ucrania, es disparatado y, se diría, aburrido —pues todo el mundo sabe cómo terminará este intento de Rusia de convertir a Ucrania en un país vencido y humillado, algo que hasta ahora no ha ocurrido, sobre todo teniendo en cuenta la valerosa resistencia de los ucranios a lo que el propio Putin creía que sería sólo un paseo militar. Algo que resultó absolutamente inesperado es que la poderosa Rusia era mucho menos poderosa de lo que nos imaginábamos todos, salvo, se diría, el propio Putin, quien no parará hasta que el Kremlin ponga punto final a este contrasentido con un golpe militar, o un esquema menos dramático.

Entre tanto, lo que ocurre en la antigua Unión Soviética tiene al mundo alerta, con la perspectiva —algo más que siniestra— de un estallido atómico. ¿Podría ocurrir? La salud mental de Putin permite todos los extremos, incluido ese horror: el estallido de una tercera guerra mundial que podría acabar con el mundo o dejarlo convertido en una ruina. Es evidente que esto no lo quiere nadie, incluso el propio Putin, aunque los conspiradores que supuestamente lo derribarían serían los primeros en alegar que han acabado con él porque ya estaba a punto de acabar consigo mismo, y con Rusia al mismo tiempo. La verdad es que el mundo dormiría más tranquilo si Rusia, con su provisión de armas atómicas, dejara de comportarse como algunos países africanos, o simplemente del aguerrido tercer mundo.