José M. de Areilza-El Correo
El presidente estadounidense más aislacionista de los últimos tiempos ha decidido confrontar abiertamente a Irán para frenar en seco su programa nuclear. Esta guerra puede ser la prueba definitiva sobre la capacidad de Estados Unidos de seguir siendo una superpotencia y también amenaza la cohesión del Partido Republicano. Asimismo, pone de relieve la irrelevancia de los europeos en Oriente Medio, que ven destrozados sus intentos esta semana en Ginebra de volver a la vía diplomática.
Dentro de Estados Unidos, el movimiento MAGA (Make America Great Again) aglutina a los partidarios de que su país se centre en los asuntos domésticos y deje de proveer de estabilidad al mundo. Su principal líder es el vicepresidente J. D. Vance, escéptico sobre las alianzas y la proyección exterior del poder estadounidense. Tras Irak y Afganistán, dos guerras muy impopulares y costosas en vidas y dinero, muchos ciudadanos respaldan la idea de ‘América primero’. Las medidas de Trump sobre el comercio y la inmigración son ya negativas para la inflación y el crecimiento y la nueva guerra aumentará los precios de la energía. Pero si el conflicto se cierra pronto y frena definitivamente el intento de Irán de formar parte del club de potencias nucleares, nadie en el Partido Republicano, recorrido por un fuerte sentimiento patriótico, criticará a Trump. Además, el conflicto podría servir para fortalecer a los llamados halcones del gobierno, partidarios de que la política exterior tenga como prioridad frenar con todos los medios el ascenso global de China.
Si el conflicto se cierra pronto y frena el intento de Irán de entrar en el club de potencias nucleares, nadie en el Partido Republicano, recorrido por un fuerte sentimiento patriótico, criticará a Trump
La Unión Europea y sus Estados miembros vuelven a ser espectadores y no actores en esta crisis internacional. Sufrirán las consecuencias económicas y geopolíticas, pero siguen sin dotarse de medios. Bruselas mantiene una política exterior lastrada por el requisito de unanimidad a veintisiete y la política de seguridad y defensa es casi inexistente. Las mayores carencias europeas son la falta de voluntad para actuar como un bloque, pero también no entender que su ventaja competitiva consiste en ser los mejores aliados de Estados Unidos, gobierne quien gobierne en Washington.