Pedro Chacón-El Correo

Cuesta imaginar cómo encajaría en la filosofía política del recién fallecido Joxe Azurmendi el hecho evidente de que es el nacionalismo vasco quien pone y quita gobiernos en España. Su libro más conocido, ‘Los españoles y los euskaldunes’, es la apoteosis del resentimiento, de un antiespañolismo crudo basado en que España odia a los vascos desde tiempos inmemoriales. Algo demasiado maniqueo y simple para un pretendido ideólogo como él. Porque, de seguir con el dicho, y lo mismo que hay amores que matan, en la política española hay odios que no solo vivifican sino hasta que engordan.

Que se lo pregunten a los nacionalistas. PNV, EH Bildu, ERC o Junts son todos tan antiespañolistas que querrían que Sánchez siguiera para siempre al frente del Gobierno. Incluso en el improbable caso de que él mismo decidiera dejarlo, harto de chapotear en el fango, le alargarían una caña para que se agarrara y siguiera un poco más. Y es por eso que Pedro Sánchez les regatea cuando puede, porque sabe que sin él quedarían a la deriva, volverían a las barricadas, a empezar otra vez la matraca y eso desgasta mucho. No obstante, de todos esos partidos, el que más rápido y mejor se adaptaría a una nueva situación sería, sin duda, el PNV, dado el carácter demasiado circense de todos los demás.

Por eso no se entiende muy bien la maniobra envolvente del PP respecto al PNV, del que pretende conseguir sus cinco votos (con cuatro le bastaría) y al que, un día, por boca del presidente del PP vasco, Javier de Andrés, pone en la picota, situando nada menos que al consejero delegado del Grupo Noticias -que no será militante, pero alguna relación bien estrecha tendrá que tener-, Iñaki Alzaga, en la «trama navarra» de Santos Cerdán, y otro día envía de emisario para abrir canales de comunicación al poco sofisticado Miguel Tellado, flamante secretario general. Si la intervención del primero me pareció pertinente, porque siempre debería ser a través de su representante regional como un partido de ámbito nacional debiera fajarse con un partido nacionalista (ahora que además Javier de Andrés parece haber descubierto la importancia simbólica del euskera), la intervención del segundo, en cambio, volvió a las andadas, al permitir a los partidos nacionalistas puentear a los representantes regionales de los partidos nacionales y tratar directamente con la cabeza de estos.

Para tumbar a la llamada «coalición progresista» o se desenreda más la madeja y salen más pufos que impliquen directamente al Gobierno o a sus socios, pero pufos de verdad, sustanciados y firmes, o mejor dejar de amagar y de aburrir al personal, porque Pedro Sánchez ha colocado el listón de la asunción de responsabilidades tan alto, que todo un consejero delegado de la principal cadena de periódicos al servicio del nacionalismo vasco es ya muy poca cosa para ponerlo todo patas arriba.