Lorenzo Silva-El Correo
- Los clásicos son la fuente a donde acuden los artistas de excepción como Don Winslow
En uno de los momentos cruciales de ‘Ciudad en llamas’, de Don Winslow, el mafioso de Providence de origen italiano Peter Moretti pregunta a su socio Frankie Vecchio si sabe lo que es la historia. Frankie, que piensa rápido y mal, le responde que la historia son las cosas que han pasado. Peter lo corrige: la historia son las cosas que la gente dice que han pasado. De modo que a la muerte de su amigo Sal Antonucci, cazado en una trampa por el benjamín del clan irlandés que disputa a los Moretti el control de la ciudad, se le adjudicará otra autoría y no tendrá nada que ver con la escondida homosexualidad del difunto, de la que su asesino se sirvió. No pueden dejarlo caer en semejante descrédito.
Sal era algo así como el héroe homérico del clan italiano. Su Aquiles, caído porque alguien le acertó en el talón. No se trata de una interpretación mía: el propio Winslow declara que los hechos y personajes de su novela, primera de una trilogía que continuó con ‘Ciudad de los sueños’ y culminará en 2024 con ‘Ciudad en ruinas’, están inspirados en la ‘Ilíada’ de Homero. La guerra entre mafiosos de una ciudad de Rhode Island como trasunto moderno de la guerra de Troya, e intemporal de todas las guerras.
Cabría añadir que también hay pasajes que beben de la ‘Odisea’, y que el gánster irlandés que vertebra la trilogía, Danny Ryan, reflejo del troyano Eneas, le debe mucho a la versión que de este da Virgilio en la ‘Eneida’. Los clásicos, que son la fuente a donde acuden los artistas de excepción como Winslow, en lugar de nutrirse con los endebles simulacros de argumentos con que nos bombardea esta modernidad embobada y apantallada que nos toca padecer.
Winslow, un verdadero clásico vivo del ‘noir’ estadounidense, que ha reflejado como nadie la fractura de su sociedad y la fallida guerra contra la droga en obras maestras como ‘La frontera’, se eleva en esta trilogía con la que dice que cerrará su carrera a la condición de intérprete de la condición humana. Porque sí, ya lo vemos estos días: cada vez importan menos las cosas que pasan y más las que cada cual quiere o necesita decirse que han pasado. Y así la guerra, esa que cándidamente creemos detener alguna vez, vuelve a sacudirnos con la bestia que llevamos dentro. Ya lo dice Marty Ryan, el padre de Danny: «La guerra no termina nunca. Viene y va, como la marea». Hay periodos de paz: disfrútalos, mientras puedas. Y hay periodos de guerra: entonces solo intentas sobrevivir. «No se puede -sentencia- hacer otra cosa».