Francesc de Carreras-El Confidencial
- En la guerra y en la paz, hay mentiras y verdades, ahora incluso hasta ‘posverdades’, hechos alternativos y otras formas de manipulación por parte de charlatanes profesionales
La primera víctima de la guerra es la verdad. Es lo que siempre suele decirse en los comienzos de un conflicto militar. Pues bien, es totalmente cierto, lo estamos comprobando. ¿Qué hay de verdad y qué hay de mentira en esta guerra? Desde luego, no puedo decirlo porque no lo sé, pero tampoco me fío de lo que me están contando. Hay tantos precedentes…
Recordemos la foto del miliciano que fusil en la mano da un brinco y parece que acaba de ser abatido por las balas del enemigo. La firmaba nada menos que Robert Capa, después famoso reportero gráfico, uno de los fundadores de la agencia Magnum, que murió en los campos de batalla de Indochina a principios de los años cincuenta. Pues bien, muchos años más tarde, tras haberse convertido esta foto en el icono de la guerra civil española y del antifascismo, ha resultado ser falsa, una mera escenificación.
Como falsa también resultó la todavía más famosa foto de los seis ‘marines’ norteamericanos clavando la bandera de EEUU en el pico más alto de la isla japonesa de Iwo Jima a fines de la guerra mundial. Efectivamente, la bandera fue izada en este lugar, pero un tiempo antes y de manera mucho menos épica, por lo cual se hizo repetir la escena con el enemigo ya rendido y el fotógrafo a punto, con el dedo en el disparador.
«A veces una imagen puede ser engañosa porque no cuenta toda la historia»
Sí, es auténtica la más famosa foto de la guerra de Vietnam, la de un general sudvietnamita —por tanto, de los aliados de EEUU— ejecutando con una pistola a medio palmo de la cabeza a un prisionero desarmado y maniatado, sin posibilidad de defenderse. La foto es verdadera, no hay engaños en la identificación de los dos personajes, pero es equívoca al no explicar el contexto: el joven ejecutado acababa de matar a decenas de civiles indefensos, niños incluidos, y en un arrebato de furia el general sudvietnamita le disparó a bocajarro. Quizás no es justificable, pero sí comprensible. El mismo fotógrafo se arrepintió que se publicara y se entrevistó años después con el general, que vivía amargado en EEUU, para pedirle perdón. Y públicamente declaró: «A veces una imagen puede ser engañosa porque no cuenta toda la historia».
Añadamos un ejemplo más, en este caso una foto de paz y no de guerra, es más, de algo que es lo más opuesto a una guerra, una famosa gran foto de amor. Me refiero a ‘Le baiser de l’Hötel de Ville’, de Robert Doisneau, muy popular a fines de los años setenta, yo mismo la enmarqué para colgarla en la pared de mi casa. La imagen es muy simple: en el París de la postguerra, y ante la indiferencia de los paseantes, dos jóvenes se dan un apasionado beso frente al edificio del Ayuntamiento. La belleza de la foto no radica en el beso en sí mismo, sino en la indiferencia de los viandantes: no muestra tan solo un gesto de amor, sino que pretende demostrar cómo este amor puede manifestarse, ¡por fin!, en público, es decir, en libertad.
Ese valor, la libertad, es el gran protagonista de la obra de Doisneau, el beso un simple pretexto para poner en evidencia que los tiempos estaban cambiando, como cantaría Bob Dylan más tarde. Pero la escena no era espontánea, como se creyó durante mucho tiempo, era un montaje: los enamorados eran jóvenes actores a los que el fotógrafo pidió que posaran para un reportaje en el que París, además de bellísima, era la ciudad emblemática para el amor, para el amor en libertad, el que entonces cantaba Juliette Grèco, con letra de Jacques Prévert y música de Joseph Kosma.
«La guerra, ni siquiera la más necesaria, ni siquiera la más justificada, es un crimen. Pregúnteles a los soldados y a los muertos»
Así pues, en la guerra y en la paz, hay mentiras y verdades, ahora incluso hasta ‘posverdades’, hechos alternativos y otras formas de manipulación por parte de charlatanes profesionales. Yo solo me fío de los hechos objetivos y en una guerra demostrar estos hechos no es tarea fácil y de ello también hay antecedentes. Ni las fotos, ni los vídeos, ni los móviles, nos aseguran la verdad, pueden ser trucados.
El presidente norteamericano Bush Jr. aseguró solemnemente hace unos veinte años que había «armas de destrucción masiva» y, por tanto, había que atacar aquel país que amenazaba con al mundo entero. Efectivamente, una coalición internacional atacó Irak en una feroz guerra, no autorizada por la ONU, y esta armas tan sumamente letales y peligrosas no aparecieron jamás. Una invasión de Irak sin motivo, simple excusa para desatar una guerra terriblemente mortífera, como después se comprobó en las filtraciones obtenidas por la organización WikiLeaks, cuyo director Julian Assange está todavía privado de libertad desde 2012. Todo indica que en estos documentos oficiales filtrados por WikiLeaks se encuentra la verdad de aquella guerra. Las cifras de muertos, especialmente civiles, son terroríficas. Pero Assange se está pudriendo en una cárcel británica. Porque posee la verdad.
Hasta ahora, no solo la primera, sino también la última víctima de las guerras, es la verdad
Las guerras son terribles. Lo sostuvo Hemingway, tan experto en guerras, con expresivas palabras: «La guerra, ni siquiera la más necesaria, ni siquiera la más justificada, es un crimen. Pregúnteles a los soldados de infantería y a los muertos». Pero si además no conocemos ni se nos cuenta la verdad, son un doble crimen, quiere decir que son el inicio de otras guerras. Hasta ahora, no solo la primera, sino también la última víctima de las guerras, es la verdad.
¿Quiénes son los fabricantes y los traficantes de armas? Solo es una pregunta. Quizás indagando por ahí empecemos a encontrar algún rastro para saber la verdad.