El nombramiento de Miren Arzalluz, la hija de Xabier Arzalluz, como directora del Guggenheim de Bilbao es la guinda de la política de nombramientos del PNV.
Hace poco, a cuenta del nombramiento como director del Palacio Euskalduna de Iñigo Iturrate (un político cuyo mérito más reconocido en el mundo del espectáculo es disfrazarse por carnavales junto con su jefe Andoni Ortuzar), lo proclamaron desde el PNV sin ningún complejo: la ideología cuenta para nombrar a los altos cargos.
Que la ideología supone un impedimento para el trabajo de la función pública es un clásico de la ciencia administrativa y se da por descontado. Los políticos son los que menos saben, por lo general, de la materia que vienen a gestionar.
Pero hay dos cosas que pueden empeorar aún más esta lacra. Y en el País Vasco se dan las dos.
La primera, que muchas veces se confunde ideología con puro y simple amiguismo. Lo que lleva a los primeros puestos políticos a auténticos indocumentados cuyo único mérito reconocido es la fidelidad al jefe y que luego se tienen que rodear de una tropa de asesores elegidos a dedo para salir del paso.
Y la segunda, que en cualquier país mínimamente normal existe una cosa que se llama la alternancia política. Pero en el País Vasco eso no existe. Lo que hay es una coalición de intereses entre el PNV y el PSE para conservar sus privilegios inalterables.
Para EH Bildu quedan un montón de municipios pequeños y no tan pequeños (tienen ya Pamplona), donde hacen y deshacen a su antojo, manejando subvenciones y nombramientos a placer.
La parte del león se la queda el PNV, con el control de las principales áreas del Gobierno vasco, las tres Diputaciones y las tres capitales, dejando las migajas para el PSE-EE.
La presencia de la ideología sobre la administración se ha convertido así en una especie de pulpo anquilosado a perpetuidad que posibilita que el que hace carrera en el bachoqui (sede local del PNV) tenga solucionada de por vida su carrera laboral.
Y en este contexto llega el nombramiento de Miren Arzalluz, que se había labrado una carrera museística en el ámbito de la moda, pasando por el Museo Balenciaga, donde algo tuvo que decir el partido de su padre, y llegando a París.
Y aquí me van a permitir que dude de los méritos aducidos para alcanzar la dirección del Museo de la Moda de París en 2018, que parece ser que es lo que la ha catapultado a la dirección del Guggenheim.
Para empezar, la tesis la consiguió a posteriori, en 2021. Y no es cierto que fuera a París como quien iba a lo desconocido, según ha dicho ella misma en alguna entrevista.
Acabamos de saber que ya conocía, al menos desde 2015, a su anterior director, ya que fue asesora en una exposición conjunta entre el Museo de Bellas Artes de Bilbao y el de la Moda de París.
Hay fotos de entonces donde se les ve a ambos encantados de haberse conocido.
El nombramiento de Miren Arzalluz como directora del Guggenheim Bilbao deja pequeños todos los nombramientos políticos ejecutados hasta ahora en favor de los vástagos del partido. Ninguno es comparable, en valor simbólico, con el que tenemos aquí.
Xabier Arzalluz, el político que ha ocupado la presidencia del PNV durante más años, dejó dicho que su ataúd no pasara por la sede central del partido, la Sabin Etxea. De la funeraria de Bilbao se lo llevaron directamente a su pueblo natal, Azkoitia. Muy bien, a juicio del finado, no lo debieron hacer con él sus herederos políticos.
Pero la dinastía cuenta. Y con Miren Arzalluz vienen a saldar una deuda política. No hay más que ver el tribunal que ha decidido su nombramiento: de siete miembros, sólo uno no tenía vinculación directa con el PNV.
Miren Arzalluz es nacionalista a machamartillo. De las del antiespañolismo puro y duro. De las que presumen de ir a París a dirigir un museo, pero echarían pestes de hacer algo similar en Madrid.
Y eso que al País Vasco francés no le otorgan en Francia ni el rango de lo que sería en España una provincia.