Nacho Cardero-El Confidencial
- La vicepresidenta debe cuidarse de los idus de marzo y de los tejemanejes judiciales que afectan a Unidas Podemos y que ahora, por arte de birlibirloque, vuelven a copar los titulares
Está investigando la Audiencia Nacional una presunta trama de financiación irregular en Unidas Podemos a cuenta de un documento que detalla pagos de Venezuela al Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), una plataforma ligada a cargos históricos de la formación, por valor de casi 4,5 millones de euros. Como la Gürtel del Partido Popular, pero en bolivariano. Deberían llamarla ‘operación gorila rojo’. La principal prueba, aportada por el Pollo Carvajal, tiene que ver con una solicitud remitida al expresidente Hugo Chávez por dicho importe. La Policía está investigando pagos desde Venezuela a Monedero y Bescansa, entre otros.
Lo curioso del tema es que los informes de la UDEF que sustentan la investigación son idénticos a los que pulularon en su día por los despachos del anterior Ejecutivo en 2016 y que, entonces, no solo fueron desacreditados sino que sirvieron de excusa para demonizar a la Policía, hablar de las cloacas del Estado y arremeter contra los medios de comunicación que se hicieron eco de los mismos. Cosas veredes.
Ahora, con el PSOE en el Gobierno, la investigación no solo coge vuelo sino que adquiere la legitimidad que le negaron antaño. La cuestión no resulta baladí. Es como si alguien quisiera repetir con Unidas Podemos la jugada que tan bien salió contra el PP. El recorrido del caso dependerá de lo que quiera y pretenda la Fiscalía Anticorrupción. Todo apunta a que el partido no ha hecho más que comenzar.
Desde que alcanzara el poder, Pedro Sánchez, buen discípulo de Maquiavelo en lo que a la acción de gobierno se refiere, ha sido bastante hábil a la hora de gestionar a su socio en el Ejecutivo, regalándole algún caramelito de cuando en vez, pero sin excederse, no fueran a adquirir demasiada fuerza y notoriedad, y después se convirtieran en una pesadilla.
El último periodo de Pablo Iglesias antes de desaparecer del mapa político fue como miel sobre hojuelas para la estrategia del PSOE, llegando Unidas Podemos en algunos momentos a situarse por debajo del 10% en estimación de voto. La jugada era redonda. La sumisión de la formación heredera del 15-M, completa.
Paradójicamente, Díaz está considerada por la opinión pública, sin serlo, la líder de Unidas Podemos en el Gobierno
La relación de los dos socios del Ejecutivo, sin embargo, ya no es la misma que era. Ha ido mutando paulatinamente desde la sustitución no consumada de Iglesias por Yolanda Díaz. El cambio se percibe claro en los estudios demoscópicos. La caída en votos de los morados se ha detenido en seco. Han recuperado a miles de militantes frustrados que habían abandonado el barco al tiempo que aprovechan la situación para sisar votos en la acera socialista.
La mayor parte de esta mejora se debe a Díaz, que ha devenido un actor político sumamente competitivo y generador de expectativas que no se olfateaban en Podemos desde hacía tiempo, tal y como se pudo comprobar en el pasado acto de Valencia. Paradójicamente, Díaz está considerada por la opinión pública, sin serlo y a la espera de que defina la fórmula para su plataforma electoral, la líder de Unidas Podemos en el Gobierno.
En Moncloa, llevan semanas tratando de pinchar la burbuja que se está montando en torno a su figura. Los entornos de Sánchez consideran que situarla en la presidencia del Gobierno no es sino una quimera, uno de los ‘relatos Borgen’ de Iván Redondo. No creen que esté robando votos de forma mayoritaria al PSOE, tal y como informaba Fernando H. Valls, y sitúan su horquilla en unas elecciones generales entre el 11 y el 15%, “que es lo que realmente nos interesa, lo justo y necesario para que Pedro Sánchez pueda revalidar por otros cuatro años”.
Todo lo que gane una de las formaciones será a costa de la otra. Se trata de un escenario de suma cero entre PSOE y Unidas Podemos. No hay má
Pero las palabras que comentan en voz alta son muy distintas de las sensaciones que transmiten por lo bajo. Lo que se percibe en Moncloa es preocupación. Ni 11 ni 15%. Los juegos de laboratorio con que experimentan los partidos políticos rara vez salen bien. Tratar de domeñar a Unidas Podemos para dejarlo en una horquilla como la mencionada, que no es ni mucho ni poco sino lo que Sánchez necesita, es igual que jugar a la Quimicefa con TNT. Lo más normal es que saltes por los aires. Si das vida al fenómeno Díaz, este se vuelve incontrolable.
Se ha producido un desplazamiento de la sociedad española hacia la derecha, dejando a la izquierda en un máximo del 40% del voto. Si Unidas Podemos saca un 15%, el PSOE obtendrá un máximo del 25%. Todo lo que gane una de las formaciones será a costa de la otra. Se trata de un escenario de suma cero. No hay más.
La consigna pasa por aplacar la figura emergente de Yolanda Díaz y frenar la recuperación de Unidas Podemos en los sondeos. Sea como sea y con los medios que sea. Sánchez, ya se sabe, es de los que no dejan prisioneros. Que pregunten a Ábalos, Calvo y Redondo.
Para más inri, el presidente del Gobierno se enfrenta a un problema adicional: entregó el Ministerio de Trabajo a Yolanda Díaz y ahora la gallega está construyendo con éxito su personalidad política desde esta cartera, una cartera totémica para la izquierda, donde no cesa de lanzar guiños a los agentes sociales. Los sindicatos la respaldan. El 40% de los votantes socialistas, también.
Digan lo que digan, no se percibe a Díaz como una buena compañera de viaje para el PSOE. Ya advertimos de que la vicepresidenta debe cuidarse de los idus de marzo y de los tejemanejes judiciales que afectan a Unidas Podemos y que ahora, por arte de birlibirloque, vuelven a copar los titulares. Quién sabe si Díaz, haciendo de la necesidad virtud, encuentra en las protestas, la conflictividad social y la galopante inflación que tanto daño hacen al Gobierno y a los partidos de izquierda, la excusa perfecta para poner tierra de por medio antes de que la fulminen con el abrazo del oso.