La habitual cobardía

EDURNE URIARTE – ABC – 29/03/16

Edurne Uriarte
Edurne Uriarte

· Llamo cobardía a los disfraces con los que algunos enmascaran ese miedo o, aún peor, su comprensión ideológica del terrorismo.

Tener miedo a los terroristas es lo sensato y lo razonable. No tenerlo sería de una suprema estupidez, comparable a la de no sentirlo frente a cualquier asesino dispuesto a matarnos. No llamo cobardía al miedo al terrorismo. Llamo cobardía a los disfraces con los que algunos enmascaran ese miedo o, aún peor, su comprensión ideológica del terrorismo. Y que tiene con el terrorismo yihadista el mismo recorrido político y social que ya hemos experimentado con otros terrorismos, muy especialmente con los de extrema izquierda, como el de ETA o el de las FARC.

Primero, la fase de negación en la que aún seguimos en Europa, e incluso en los Estados Unidos de Obama. La negación de la guerra que nos han declarado los terroristas. La negación de que habrá otros ataques en Europa, la negación de que las democracias occidentales son un objetivo para el yihadismo. Segundo, la fase de confusión y de indecisión a la que estamos pasando. Porque los atentados de Bruselas, tras los de París, Londres y Madrid, hacen imposible mantener la negación por mucho más tiempo. Aún más los atentados que se siguen planeando para estos y otros escenarios europeos.

La resistencia a cualquier respuesta firme que vaya más allá de las manifestaciones de repudio es parte esencial de esta segunda fase. Con la esperanza de que la pasividad frente a los ataques calmará la furia terrorista. En este punto, muchos líderes alegan aquello de la complejidad, de la dificultad de atacar al terrorismo yihadista en sus múltiples escenarios y configuraciones. O aquello también de que veamos lo ocurrido con Irak o Afganistán, como si el terrorismo yihadista no fuera anterior a ambas guerras de participación occidental. O como si se nos ocurriera el argumento de que veamos lo que pasó con ETA por la llegada de la democracia, cuando su actividad se multiplicó.

El miedo disfrazado de pacifismo es elemento esencial de esta fase. Lo vimos en la movilización contra el Gobierno de Aznar tras los atentados de Madrid. Lo vemos por todas partes en Europa. De todos estos que protestan contra las guerras y ponen en el mismo saco a los autores de las matanzas de Bruselas y a los ejércitos que los combaten. Y a los que se suman los pacifistas para determinados terrorismos, esa ultraizquierda que quiere respuestas «políticas» y «no quirúrgicas» para los yihadistas (el podemita exgeneral Rodríguez) pero se muestra implacable con terrorismos de otro signo ideológico.

Y cuarto, también con este terrorismo puede pasar, la fase de negociación y legitimación de los criminales. Ahí tenemos a John Kerry prometiendo el viernes colaboración en Bruselas para llevar ante la Justicia a «los autores de esos atroces actos de terrorismo», justamente dos días después de reunirse cordialmente en Cuba con los autores de otros muchos atroces actos de terrorismo, los de las FARC. Con la rúbrica, este domingo en las páginas de «El Tiempo» de Colombia, del fiscal saliente Montealegre, entusiasta defensor de la rendición de la democracia colombiana a las FARC (un mandadero eficaz de Timochenko, lo llamó Salud HernándezMora), con aquello de que quienes se oponen a la negociación son defensores de la guerra y apologetas de la violencia. No lo descartemos, siempre habrá un Kerry, un Montealegre, capaz del supremo cinismo de llamar paz a una rendición ante los asesinos de Bruselas. Después de que en la tercera fase, también la hay y la habrá, muchos mueran valientemente por defender la libertad.

EDURNE URIARTE – ABC – 29/03/16