ABC 05/05/17
IGNACIO CAMACHO
· El recuento de avales en el PSOE confirma la idea de un partido escindido territorialmente a la altura de la Meseta
NO es que haya partido (de juego). Es que hay un partido (político) hendido, roto, dividido en dos mitades casi idénticas y enconadas en un duelo agónico. En el recuento de avales a las primarias, la ceremonia del pesaje según el brillante símil boxístico de Teodoro León, Pedro Sánchez ha exhibido mucha más musculatura de la prevista. Tanta como para estar en condiciones de ganar y, en el peor de los casos, reunir una masa crítica suficiente para dejar abiertas las actuales heridas. Lo que más teme Susana Díaz –después de la derrota, claro– es que su rival quede políticamente vivo tras la elección, en situación de cuestionar su hegemonía. El resultado sugerido apunta a un conflicto de legitimidades de muy difícil resolución pacífica.
Los sanchistas están eufóricos. Han dado un golpe en la mesa. Si descuentan el «efecto aparato», el de los compromisos recaudados bajo la fuerte presión de los cargos, se ven vencedores con los votos que quedan. El número total de avales, dos tercios de los militantes, equivale al sufragio emitido cuando ganó Sánchez y su reparto confirma la idea de una organización escindida territorialmente a la altura de la Meseta. Díaz goza de amplio respaldo en el Sur pero de ahí para arriba existe un rechazo visceral hacia ella. Su adversario ha logrado crear un clima de aversión cimarrona contra el susanismo y la nomenclatura oficial que representa. Hasta el punto de que el presidente de la gestora, Javier Fernández, ha sido volteado en su feudo asturiano, puesto en evidencia. Hay un clima de motín contra una dirección etiquetada de connivente con la derecha. Patxi López, con su candidatura de casco azul, ha quedado subsumido en la polarización de fuerzas. Si se retira, la mayoría de sus partidarios votará contra las aspiraciones de la lideresa.
La palmaria división interna alarma a los dirigentes históricos de referencia, que siempre han recelado de las primarias porque las ven como un modelo asambleario que diluye el carácter representativo de la democracia. El proceso revocatorio de Sánchez está saliendo mucho peor de lo esperado, con un coste muy alto en términos de cohesión aunque ya estuviese muy resquebrajada. Pero la resistencia del ex secretario general es bastante más sólida de la que calculaban. Ha sembrado el partido de frustración y convertido la carrera por el liderazgo en una revancha populista contra la «casta». Su ramplona tautología del no-es-no, una política de simplezas monosilábicas, cala en una militancia desmoralizada que no repara tanto en sus continuas derrotas electorales como en el marbete de complicidad con el sistema que ha conseguido endosarle a Susana.
El problema mayor es que se perfila un desenlace tan apretado que en vez de resolver las desavenencias las va a dejar aún más resaltadas. Es decir: un PSOE en las peores condiciones para ofrecerle un proyecto a España.