Gorka Maneiro-Vozpópuli

  • Todos mienten o exageran y te prometen lo imposible, pero, en el ínterin, al menos la derecha no te sermonea

Lo vimos con Pablo Iglesias e Irene Montero y, por extensión, con los principales gerifaltes que los acompañaron en la fundación y el desarrollo de Podemos, movimiento político que vino a salvarnos de la corrupción, de los ricos, de los poderosos y, en general, de nosotros mismos, aunque no fuéramos ni corruptos ni ricos ni poderosos, porque bastaba con que fuéramos sospechosos. Fue el inicio de la polarización política y el perfeccionamiento estratégico de la división entre españoles iniciada antes por Zapatero con la exhumación política del franquismo por razones electorales. Tras la división zapateril entre supuestos franquistas y demócratas, la división podemita se ampliaba: los ricos y los pobres, los empresarios y los trabajadores, los propietarios y los explotados, los poderosos y los damnificados; o sea, los de arriba y los de abajo, lema que abolía la histórica división entre la izquierda y la derecha para abrazar la transversalidad política; fue su forma inicial de estar con la «gente», a la que sólo ellos representaban. A un lado, los buenos; al otro lado, los malos malísimos.

Quienes se habían vendido como adalides de la igualdad y del empoderamiento de la mujer se evidenciaron como inquisidores públicos y machistas redomados, hubiera o no hubiera delito

Eso fue en los inicios, hasta que comenzaron a ponerse las cartas boca arriba y se fue comprobando que no era oro todo lo que relucía. Porque no había autenticidad sino estrategia. Y no hacía falta ser un lince para entenderlo, aunque a muchos les costó caerse del guindo y descubrir las mentiras, ya que cada cual tiene sus ritmos y sus limitaciones; aproximadamente, hasta que Pablo e Irene adquirieron, con sus salarios y ahorros, un casoplón con terreno cuyo precio no era para tanto pero que ponía al descubierto sus mentiras y su demagogia: ya no todos los ricos ni todos los propietarios eran unos malvados sino sólo los que interesaba a su proyecto político, o sea, los que ellos decretaran. Y lo peor fue su muestra de hipocresía, lo que decepcionó incluso a los más crédulos que se habían creído todo. Para entonces ya se reclamaban de izquierdas, tras abandonar la transversalidad política, como siempre, por razones electorales.

Lo vimos con Iñigo Errejón y Monedero, prebostes oficiales del feminismo y de la lucha contra el machismo real o imaginario, a los que se descubrieron los mismos comportamientos de los que ellos acusaban a todo hijo de vecino, especialmente si eran adversarios políticos. Quienes se habían vendido como adalides de la igualdad y del empoderamiento de la mujer se evidenciaron como inquisidores públicos y machistas redomados, hubiera o no hubiera delito. Y sus compañeros que conocían sus comportamientos callaron, porque su objetivo no era la defensa de la dignidad de la mujer sino sus votos.

Una cosa es cabalgar contradicciones y otra hacer de la mentira la forma habitual de comportamiento. Eso es como los que claman públicamente contra el consumo de carne pero se ponen morados a chuletas, los que protestan contra el cambio climático pero vuelan en Falcon, los que se manifiestan contra el turismo pero viajan a Roma o los que promueven leyes prohibicionistas para prohibir el consumo de tabaco pero fuman a escondidas… o pactan con los nacionalistas, la mayor muestra de insalubridad pública. Es como los que defienden la educación pública y atacan la privada pero ingresan a sus hijos en colegios privados, los que prohíben que se estudie en español en sus comunidades autónomas pero matriculan a sus familiares en centros elitistas donde puedan estudiarlo, los que claman contra la evasión fiscal pero tienen cuentas en el extranjero, los que se autodenominan feministas pero tratan a las mujeres como mercancía, los que quieren prohibir la prostitución pero se van de putas, los que cerrarían el ministerio de Defensa cuando son candidatos pero incrementan su presupuesto cuando alcanzan la Moncloa, los que dicen defender la igualdad pero defienden conciertos económicos para que los ricos paguen menos, los sindicalistas que perjudican a los trabajadores con la inmersión lingüística… o quienes reclaman pinganillos para utilizarlos en público pero no los necesitan en privado. Hay grados, claro, y responsabilidades. No es lo mismo contradecirse uno mismo que sermonear al resto de los mortales o mandarlos a la hoguera, que es lo que habitualmente hace la izquierda más sectaria.

Clamaba contra los políticos que han convertido a sus adversarios en enemigos; precisamente él, que ha convertido ese comportamiento en su forma habitual de actuación política. ¿Se puede ser más cínico?

Ciertas contradicciones están generalizadas y que lance la primera piedra quien esté libre de culpa. Sin embargo, las homilías son más habituales en la izquierda que en la derecha. La derecha se desentiende de ti o te ignora, mientras que la izquierda te manda a la hoguera si no sigues sus mandamientos de obligado cumplimiento, aunque ellos los incumplan. Todos mienten o exageran y te prometen lo imposible, pero, en el ínterin, al menos la derecha no te sermonea, o lo hace con menos prepotencia. Los peores siempre fueron los puritanos. Y hoy son, quién lo diría, mayoritariamente de izquierdas.

La palma se la lleva Pedro Sánchez, que juega en otra liga, mentiroso compulsivo y más falso que un duro sevillano. En su última carta a los militantes socialistas, esos que siguen silentes ante los desmanes de su líder, clamaba contra los políticos que han convertido a sus adversarios en enemigos; precisamente él, que ha convertido ese comportamiento en su forma habitual de actuación política. ¿Se puede ser más cínico? O Yolanda Díaz, obsesionada con «cambiar la vida de la gente» en lugar de cambiarse a sí misma. Podría empezar por la que tiene más cerca pero prefiere aleccionarnos al resto.

La ley de amnistía

En la moción de censura contra Rajoy que ganó Sánchez, el representante socialista que clamó contra la corrupción fue… José Luis Ábalos. ¡Qué discurso más bello contra la corrupción política! Hoy Ábalos es presunto beneficiario de una organización delictiva creada supuestamente por Santos Cerdán, y de la que ambos se han lucrado presuntamente a través de comisiones ilegales. Ellos son los dos últimos secretarios de organización del PSOE. De izquierdas, se dicen, y apologetas de la lucha contra la corrupción y por la higiene en la vida pública. Y de la justicia social y otras ideas respetables, que, sin embargo, se han convertido en su boca en enormes mentiras. Para entonces, su partido ya había protagonizado el mayor escándalo de corrupción de la historia, los ERE de Andalucía, y, después, perpetraría la mayor de las corrupciones políticas: la ley de amnistía. Sin embargo, nos seguirán sermoneando con sus homilías; porque ellos son los buenos, y nosotros, los malos malísimos.