ÁLVARO VARGAS LLOSA-ABC

  • Tan nocivo como menospreciar el Covid-19, es abordar lo que pasa hoy como si se tratara de una nueva ola

Cada vez que leo un titular europeo o estadounidense sobre el Covid-19 (para hablar sólo de estos países, porque en los otros la cosa es igual o peor), recuerdo el fantástico libro de Charles Mackay, cuya traducción al español es «Delirios populares extraordinarios y la locura de las masas», sobre los extremos de irracionalidad que produjeron tres burbujas financieras que han pasado a la historia. Hay pocos textos más deslumbrantes sobre cómo funciona la psicología de masas.

Europa y Estados Unidos viven un rebrote del Covid-19 que está produciendo el mismo frenesí que en marzo y abril, según reflejan los medios de comunicación y las redes sociales y, cada vez más, la conversación de la calle. Ello, a pesar de

que son casos de mucha menor gravedad que antes y por causas estivalmente obvias.

Pero tan nocivo como menospreciar el Covid-19, algo que hicieron muchos líderes y que en este verano hemos visto a tantos jóvenes hacer de nuevo, es abordar lo que pasa hoy como si se tratara de una nueva ola y no de un fenómeno de mucha menor intensidad y, en los países mencionados, bastante controlado. Hay un repunte del número de casos por la relajación de la conducta social desde inicios del verano, pero ni son remotamente comparables a marzo y abril, ni hay un número de hospitalizaciones, y mucho menos de muertes, alarmantemente elevadas. En marzo y abril morían en España, en ciertos momentos, casi mil personas por día, y hace poco el hecho de que hubiera 46 muertos en una semana (no en un día: en una semana) provocó un desenfreno mediático que recordaba los delirios de los que escribió Mackay, el genial escocés del siglo XIX.

En Francia, hace poco se publicó que este país reunía casi el 17 por ciento de los casos de Europa (retorciendo un poco la geografía, esa «Europa» incluía toda Rusia). Pero en hospitalizaciones y muertes, no está ocurriendo en Francia nada realmente fuera de lo normal en las circunstancias presentes. En Alemania, un país mucho más poblado que Francia y con un promedio de edad mayor, hay cinco, casi seis, veces casos menos que en Francia, a pesar de que en las ciudades alemanas es donde se vieron durante muchos días las mayores manifestaciones políticas europeas de inicios del verano, epifenómeno del estallido antirracista en Estados Unidos. Y hablando de los teutones: allí morían, en los meses duros, trescientas personas diarias por el Covid-19, mientras que hoy prácticamente no hay muertes causadas por él.

¿Y en la denostada Suecia? El tiempo va dando la razón, parece, a estos tercos escandinavos: es el único país de la Europa seria (lo de «Europa seria» parece un oxímoron en estos tiempos) que ni siquiera obliga a usar mascarillas. El número de nuevos casos se columpia apenas entre 100 y 300 diarios, y el número de muertos por el Covid-19 es prácticamente nulo.

No es el Covid-19 lo que nos va a matar (si tomamos precauciones inteligentes), sino la histeria.