LA HISTORIA A PASO LENTO

ABC-IGNACIO CAMACHO

La gente del PP no parecía sentir el frío cuando se saludaba entre sí repitiendo una frase: «Al fin lo hemos visto»

LES faltó darse pellizcos, aunque la mañana en las logias del viejo Hospital de la Sangre lo pedía para sacudirse el frío. Pero la gente del PP no parecía sentirlo cuando se saludaba entre sí repitiendo una frase: «al fin lo hemos visto». Lo que necesitaban ver para creer, cuando la mayoría ya había desistido, cuando la certidumbre del eterno fracaso se había apoderado de su espíritu, cuando la derrota se había convertido para ellos en una especie de destino, era el discurso de investidura de un presidente de su partido y el consiguiente final de treinta y siete años de socialismo. El cisne negro, el rayo verde, el arco iris lunar, el epítome de lo imprevisto, de lo insólito, de lo distinto.

El aire de excepción, de novedad inesperada, era respirable en los patios que rodean la Cámara, que acaso nunca hayan vivido tal ambiente de expectación política y mediática. Ese carácter excepcional confería ciertamente un aire histórico a la jornada, por más que la historicidad se haya convertido en una noción demasiado trivial a base de manosearla. Ayer, sin embargo, la apreciación estaba justificada porque la andaluza era la única autonomía que tenía pendiente la alternancia y porque el pacto de relevo inaugura una fórmula inédita en España. El ciclo de la Transición se cierra donde comenzó, en la Andalucía preterida, en la región olvidada que hace 38 años cambió la estructura territorial de la Constitución en una sacudida de agravio y rabia surgida, como también en cierto modo ahora, contra la pretensión diferencial catalana.

Para la izquierda también era un día de estreno, el de la oposición, un papel inédito, y lo demostró a su manera enseñándole los dientes al futuro Gobierno. Los socialistas y Podemos habían fletado autocares y acarreado militantes para rodear el Parlamento, y por más que el escrache no resultase muy agresivo constituyó una muestra de lo que le espera a Juanma Moreno. La irrupción de Vox no es más que el pretexto. Aquello no era una protesta feminista, aunque el protagonismo era de las mujeres, sino una exhibición preliminar de poder callejero, una impugnación del veredicto electoral disfrazada de reclamación preventiva de derechos. Y también una advertencia clara de la intención de convertir esta legislatura en un infierno si los mandatarios del centro y la derecha se atreven, como han prometido, a desmantelar ciertos privilegios. Con más amargura que cabreo, el candidato –al que sus socios, ojo, no aplaudieron– se quejó en su discurso de falta de respeto mientras Susana Díaz, vestida de animal print, miraba al techo.

Sin embargo, a pesar de la trascendencia del día, la Historia parecía discurrir a paso lento, con un soplo suave y discreto. Sólo el jaleo de fuera presagiaba la carga eléctrica de un mandato tenso. Nacido bajo un gélido sol de invierno, el cambio andaluz ilumina pero no calienta… de momento.