IGNACIO CAMACHO, ABC 10/12/13
· El secesionismo va a levantar en 2014 un gran artefacto propagandístico e ideológico de falsificación histórica.
EL infierno es un lugar donde te dan las respuestas antes que las preguntas, escribió Bukovsky una noche de borrachera (todas las suyas lo eran) en que le daba vueltas a un absurdo cuestionario. Se trata de una definición poco mejorable del dogmatismo, esa presunción doctrinal categórica que primero establece las conclusiones y luego busca las premisas sobre las que argumentarlas. Todos los catecismos, sean morales, políticos o históricos, se basan en la definición previa de una certeza asertiva declarada incontrovertible por una autoridad suprema que tampoco necesita demostrar su preeminencia. En eso consiste básicamente el poder puro: en la capacidad de establecer, como el Humpty Dumpty de Alicia, los fundamentos de los significados al margen de sus propios significantes.
Como todo sistema de poder con aspiraciones hegemónicas, el nacionalismo parte de un principio fundamentalista, por lo general construido en torno al mito del pueblo cautivo. Sentado el concepto liminar, el resto de la doctrina no es más que una justificación teórica, un cuerpo narrativo elaborado con los materiales utilitarios más convenientes para la causa. La Historia, es decir, su manipulación a medida, constituye un instrumento primordial en la manufactura del relato porque tiene la propiedad intrínseca de crear contextos con gran potencia simbólica.
Cuando los nacionalistas catalanes organizan un simposio de sedicentes historiadores bajo el epígrafe «Cataluña contra España» lo que hacen es situar la respuesta por delante de las preguntas. El carro delante de los bueyes. El desenlace está fijado de antemano; se trata de encontrar coartadas y soportes más o menos teóricos sobre los que desplegarlo. El pensamiento único determina el resultado y convoca a los presuntos especialistas a un concurso de proposiciones de argumentario. De pretextos que justifiquen el dogma preestablecido: que España oprime, comprime y reprime a Cataluña desde tiempos inmemoriales. Y además le roba.
Podría parecer un episodio anecdótico del delirio soberanista si no estuviese inserto en una estrategia de propaganda muy afinada. En torno a la efeméride del 2014 los separatistas van a levantar, como anclaje doctrinario y emotivo de su desafío legal, un enorme artefacto ideológico que parte de la falsificación histórica y transforma una guerra de sucesión en un conflicto de secesión con dos siglos de continuidad secuencial. Hay campañas publicitarias encargadas y todo un discurso político concomitante en marcha. El problema es que aunque pueda parecer –lo es– una superchería, un artificio sentimental hueco, tiene la contundente eficacia de la repetición y la perseverancia. Y sobre todo, que frente a esa matraca no hay nada. Ningún debate, ninguna discrepancia, ninguna oposición, ningún alegato, ningún factor de cohesión, ninguna iniciativa. Sólo la espera. Prudencia, la llaman.
IGNACIO CAMACHO, ABC 10/12/13