EL PAÍS 07/08/14
FRANCESC DE CARRERAS
· Antes del 9 de noviembre puede haberse formado un nuevo sistema de partidos en Cataluña
Cuando en Cataluña empezó el llamado «proceso soberanista», Aznar dijo que antes se rompería Cataluña que España. Por ahora tiene algo de razón: se está rompiendo el sistema de partidos. Por un lado, el declive del PSC empezó con el tripartito y el desgraciado asunto del nuevo Estatuto. Ahora Iceta intenta recomponerlo: no lo tiene fácil. Por otro lado, CiU empezó a desviarse de su ambigüedad tradicional cuando hacia 2011 empezó a pedir lo imposible, el concierto fiscal al modo vasco-navarro, y añadió: «si no lo conseguimos, ejerceremos el derecho a decidir y proclamar la independencia». Error fatal al exigir algo imposible, empeorado al invocar un derecho inexistente. Elecciones y sondeos empezaron a mostrar CiU perdía apoyos por todos lados.
A esta ya precaria situación, la autoinculpación de Jordi Pujol está resultando demoledora. Del disimulo con el cual la Cataluña oficial trataba las fundadas sospechas sobre la corrupción de la familia Pujol se está pasando al extremo contrario: pronto nadie les saludará por la calle si es que se atreven a salir de su casa. Todos están tomando distancias, una situación parecida a 1975, tras la muerte del dictador, cuando tantos franquistas, activos o pasivos, proclamaban que nunca lo habían sido.
El recién estrenado secretario general de Convergència, y segundo de Mas en el partido, el muy independentista Josep Rull, ha declarado que el partido debe refundarse. Sabemos por otras experiencias que si un partido llega a semejante conclusión es que está en caída libre. Y, efectivamente, todo parece indicar que así es. De repente, lo que domina en la opinión pública es que la confesión de Jordi Pujol esconde la verdad, es sólo la espuma de una trama de corrupción sumergida en una ola más profunda. Hay que esperar y ver, pero las expectativas son devastadoras, la descomposición de CiU puede acelerarse.
No hay duda que, por ahora, en la política catalana el ganador neto de estos quince últimos años ha sido ERC. Buena parte del voto independentista de CiU ya ha pasado a sus filas. Pero también es cierto que un componente numéricamente muy importante del votante convergente está formado por catalanistas moderados, socialmente conservadores y poco amantes de las aventuras, que nunca votarán a ERC. ¿Adónde irán sus votos una vez Convergència pase a ser irrelevante?
Quizás caben dos posibilidades. La primera que los votos se dispersen hacia la abstención o hacia otros partidos, por ejemplo, hacia el PSC, C’s o PP. La segunda que se cree un nuevo polo de catalanistas moderados y conservadores, unificados en torno a Duran Lleida. Así ERC habría culminado su labor destructora. Antes del 9 de noviembre puede haberse formado un nuevo sistema de partidos en Cataluña.