EL PAÍS 04/02/16
· Habrá que compaginar la aritmética de la investidura con la coherencia política
Pedro Sánchez se propone gobernar “desde la moderación” según su primera declaración tras el encargo real. Una consecuencia es la prioridad otorgada a Ciudadanos como aliado para empezar a andar en busca de la mayoría. Es una apuesta que sintoniza con la opinión de sus votantes. Según el sondeo de Metroscopia del 17 de enero, PSOE-Ciudadanos es la combinación preferida por el 56% de esos votantes. Sumarían 130 escaños, lejos de la mayoría absoluta, pero tampoco la alcanzaría la suma PSOE y Podemos, que es la segunda opción (49%) En ambos casos se requeriría la abstención del PP o la de todos excepto el PP para alcanzar al menos la mayoría simple en segunda votación.
La abstención del PP no es del todo imposible. Sería un gesto con altura de miras, como reclama Rajoy a los demás; y si lo plantea como última posibilidad de evitar la repetición de elecciones, que nadie desea, sería apreciado por un electorado asqueado por la corrupción pero también por el sectarismo. Con la paradoja de que quien acredite más empeño en evitar nuevas elecciones quedará mejor colocado para ganarlas llegado el caso.
La alianza entre PSOE y Ciudadanos es más viable políticamente que las otras planteadas. Encaja con la autoubicación ideológica de los españoles. Entre cero y 10, una media de 4,6 según el CIS: en un centro ligeramente escorado a la izquierda. Y con planteamientos complementarios en relación a los principales problemas: la superación de los efectos de la crisis y la cuestión catalana. Un Gobierno con presencia de los expertos que han elaborado los programas económicos del PSOE y de Ciudadanos sería una garantía para las negociaciones con Bruselas sobre el déficit y otros compromisos; y para encontrar un equilibrio entre el mantenimiento de algunas reformas de la legislatura anterior y la necesidad de combatir con políticas socialdemócratas la desigualdad agravada estos años. Crecimiento y redistribución: un programa de centroizquierda.
Los de Podemos han introducido la crisis catalana en la de la gobernabilidad española al condicionar sus pactos a la convocatoria de un referéndum sobre la independencia de Cataluña en aplicación del derecho a decidir que consideran inherente a la condición plurinacional de España. Pero como advirtió el historiador Erik J. Hobsbawm en Naciones y nacionalismo desde 1780 (Crítica, 1991), la aplicación generalizada de ese principio haría ingobernable el mundo puesto que de los 177 países de la ONU en ese año, apenas “una docena y pico” eran Estados nacionalmente homogéneos. La libertad cultural y el pluralismo, añadía, se encuentran mejor protegidos en grandes Estados plurinacionales que en pequeños Estados a la búsqueda de autoafirmación étnico-lingüística. Reconocer que Cataluña es una nación cultural no significa que ella misma no sea plural.
Podemos defiende que el referéndum es la mejor salida para la crisis catalana, pero que estarían dispuestos a escuchar otra alternativa que desbloquee la situación. Un punto de partida para encontrar una salida menos traumática que una votación a cara o cruz sería la insinuada por el lehendakari Urkullu: “Hay que desterrar [la idea de] que la consulta es para la independencia. No. La consulta puede asociarse a una pregunta pactada, [como, por ejemplo,] un acuerdo sobre una reforma del Estatuto y que se vote su ratificación”.