Nicolás Redondo Terreros

  • «En los primeros días de enero se realizará la proclamación oficial del presidente de Venezuela. La mayoría de los venezolanos ya dijeron lo que querían y los opositores están realizando movilizaciones internas e internacionales para reivindicar el derecho del pueblo a ser oído y respetado. Hagamos el esfuerzo que nos pidan, estemos con ellos donde ellos quieran que estemos, prestemos voz y altavoz a la oposición venezolana»

En la vida se nos plantean situaciones ante las que no podemos comportarnos como simples testigos, hacerlo termina convirtiéndonos en cómplices y, en el mejor de los casos, en comparsas. Suelen ser asuntos de trascendencia moral y pueden serlo de naturaleza privada, una agresión, o de naturaleza pública: una guerra o una dictadura son los casos extremos. Los venezolanos llevan años sufriendo un régimen autoritario y agrava su triste situación que lo hayan hecho ante una indiferencia generalizada, cuando no ante unos agentes políticos del régimen chavista que ensalzan a Maduro o le disculpan, según permita el ambiente y su descriptible valentía.

Las últimas elecciones en Venezuela las ganó la oposición a pesar de los obstáculos de todo tipo que impuso la dictadura, antes y durante los comicios. Con la pretensión de debilitar las opciones de la oposición el gobierno de Maduro impidió que la líder natural, María Corina Machado, pudiera ser la cabeza visible del movimiento por la libertad y la dignidad en Venezuela. Lo hicieron a través de zarrapastrosos instrumentos legales administrativos, porque las dictaduras despreciando las leyes se ensimisman con todo lo pequeño y mezquino, siendo así el recurso gris de naturaleza procesal el más requerido para amordazar a los opositores que gritan «¡Libertad!».

Posteriormente, cuando el resultado se transformó en incontestable apareció el hosco rostro de una represión salvaje y arbitraria. Parte de la comunidad internacional, secuestrada por grupos de intereses oscuros y bien remunerados, exigían tímidamente, casi pidiendo perdón, que se mostraran las actas electorales para comprobar el resultado de las urnas. Eran, sin embargo, evidentes los impedimentos para considerar aquellas elecciones verdaderamente libres; era claro, a pesar de los obstáculos, el resultado electoral. Contemplaban algunos países y las organizaciones internacionales el comportamiento a la vez chulo de la clerecía ‘madurista’, proclamando inmediatamente presidente a Maduro; y siniestro encarcelando y torturando a mujeres, ancianos y niños, pero las fuerzas internacionales seguían exigiendo con mansedumbre las actas electorales. De ese comportamiento debemos excluir, porque no todos son iguales, a la Fundación Cárter, al presidente Gabriel Boric y a unos cuantos pequeños países, como Panamá, que tuvieron un comportamiento gallardo, avergonzando a todo aquel que tuviera vergüenza.

Sin embargo, el papel más desairado por su historia, por su responsabilidad y por sus intereses, lo desempeñó el Gobierno de España, compuesto por un partido cuya única ideología es el poder y otro claramente favorable a Maduro. Por si fuera poco el Gobierno de Sánchez tenía y tiene a Zapatero, claro vasallo del régimen chavista, como chamán espiritual. Fuimos los que más tiempo estuvimos callados y los que con voz más débil nos unimos al coro de plañideras a sueldo o por cobardía que pedían las actas electorales.

Aquí algunos, sensibles con asuntos que tienen que ver con la libertad y la dignidad de las personas, enseguida pedimos una declaración pidiendo a la vez el rechazo a Maduro y el reconocimiento de la victoria de la oposición. Nos pidieron que no fuéramos impetuosos, que hacíamos de la situación de Venezuela una causa interna; los mas desvergonzados decían que María Corina Machado era la representante de una derecha dura y montaraz, como si la lucha por un bien común, por un derecho de todos, por la libertad, pudieran ser condicionados por modas, ideologías u oportunismos tácticos, ya fueran a impulsos de poderosas razones económicas o de intereses de otra naturaleza.

Sabía, sabíamos, que los que pedían prudencia, que los portavoces de la silenciosa e imperceptible labor diplomática, se dividían entre los ‘tontos útiles’, que suelen proliferar cuando se trata de cuestiones de una envergadura moral inalcanzable para ellos, y los ‘perillanes de siempre’, que sabían bien que el transcurso del tiempo era de imperiosa necesidad para consolidar la presidencia del usurpador.

En esa estrategia siniestra anduvo el expresidente Rodríguez Zapatero. Durante los días y semanas posteriores a las elecciones desapareció del mapa, nadie sabía si seguía en Caracas, consolando a la clerecía chavista o en las islas Canarias, recobrando la tranquilidad de espíritu necesaria para contar los granos de arena de sus playas y las estrellas que adornan la infinitud del universo. Pasadas unas semanas, con donaire y gracejo mezclados con la solemnidad de quien se ve obligado a mentir, reivindicó su papel de intermediario aséptico, neutral en sus tratos con el siniestro régimen para lograr la libertad de algunos presos políticos, sin querer reconocer que en Venezuela no es posible un papel aséptico, de espectador, porque cualquier liberación de presos políticos venezolanos o el mismo destierro de Edmundo González no dejan de ser un instrumento de los dirigentes venezolanos para vaciar a la oposición y comprar el tiempo que permite conseguir la legitimidad del olvido.

A un paso de que cambie el año, se acerca el momento definitivo. En los primeros días de enero se realizará la proclamación oficial del presidente de Venezuela. La mayoría de los venezolanos ya dijeron lo que querían y los opositores están realizando movilizaciones internas e internacionales para reivindicar el derecho del pueblo a ser oído y respetado. Hagamos el esfuerzo que nos pidan, estemos con ellos donde ellos quieran que estemos, prestemos voz y altavoz a la oposición venezolana. No dejemos volver solo a Caracas a Edmundo González, que vaya acompañado por multitud de voces y brazos que gritan libertad y defienden sus derechos.

No quiero concluir este artículo sin decir, siendo nieto e hijo de la represión franquista, que debemos hacer el vacío a quienes siguen teniendo lazos con el grupo represor y cleptómano que dirige con mano de hierro los destinos de Venezuela. El SPD expulsó de sus filas al canciller Schröder por su connivencia con Vladímir Putin, mientras, en España Rodríguez Zapatero –ahora que importa más el género que el sexo– hace de ‘cheerleader’ en las fiestas privadas del PS y en algunos cenáculos del poder económico español a la espera de fracasos que le vuelvan a encumbrar.