PEDRO G. CUARTANGO – EL MUNDO – 29/10/16
· Si la realidad imita al arte, la política española se ha convertido en los últimos meses en un drama shakesperiano en el que abundan las conspiraciones, la sangre, la ambición y las luchas por el poder. El mejor ejemplo es lo sucedido en el PSOE, cuyas intrigas podrían inspirar una trama más negra que la de Ricardo III, en la que el duque de Gloucester asesina a su hermano y sus dos sobrinos para acceder al trono.
El último monarca de la dinastía de los York era jorobado y contrahecho, pero era un maestro en el arte de la traición. Su maldad le impulsa a seducir a la reina Ana ante el cadáver de su marido, al que el propio Gloucester ha quitado la vida. No hay obstáculo que no esté dispuesto a remover para lograr sus fines.
Ricardo III muere en la batalla de Bosworth en la que, según la leyenda, pide desesperadamente un caballo para huir del ejército de Enrique Tudor, ayudado por Stanley, que se vuelve contra su antiguo señor.
Todos estos enredos me recuerdan mucho a lo que ha pasado en el PSOE. Pedro Sánchez no tiene nada que ver con el pérfido y siniestro duque de Gloucester, pero al final pierde su reino por una conspiración de sus barones.
También hay diferencias entre Enrique Tudor y Susana Díaz, pero el paralelismo es que ella ha quedado cubierta de sangre en la batalla para matar a su gran rival político. Jamás podrá ser la reina porque, como dice el viejo proverbio inglés, quien saca la espada, no puede ceñir la corona.
Ha habido demasiada inquina en la lucha de poder que hemos presenciado en el PSOE para que el sucesor de Sánchez sea un dirigente que ha participado en la contienda. La pacificación del partido requiere alguien que no divida y que tampoco tenga las manos manchadas de sangre.
Por tanto, el PSOE tendrá que buscar ese mirlo blanco que pueda unir a los cuadros y las bases y que albergue en la cabeza un proyecto atractivo que acabe con todas las contradicciones que han aflorado en los últimos meses.
La pluma genial de Shakespeare nos muestra que todo se fragua en las conspiraciones de palacio donde se juega verdaderamente quien ostenta el poder. En el PSOE, está pasando lo mismo porque casi nada es como parece ni como proclaman en público sus dirigentes. Y ello porque el debate ideológico ha sido sustituido por las dagas.
Pero en Podemos está sucediendo algo parecido, ya que Iglesias y Errejón pugnan por hacerse con el control del partido mientras intentan aparentar una amistad que no existe.
Es fácil imaginar el odio que Iglesias debe sentir hacia Errejón, ya que el líder de Podemos sí se parece mucho a Ricardo III y, retomando sus palabras, podría afirmar mirándose ante el espejo que, gracias a él, «el invierno de nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío».
Iglesias está henchido de éxito y se permite hablar en la Cámara con la camisa arremangada como los sans culottes y con las manos en los bolsillos, arremetiendo contra L’ancien régime y atribuyéndose la legitimidad popular, en una cuidada imitación de Robespierre.
Esta actitud es un reflejo de los nuevos usos políticos, en los que la picaresca ha sido desplazada por el drama. No estamos ya en la repetición de un ciclo histórico sino en el nacimiento de una era en la que el asesinato político se ha convertido en un arte para conquistar el poder. Tal vez siempre haya sido así, pero ahora se nota mucho más porque ningún gesto escapa ante el escrutinio implacable de los medios audiovisuales y las redes.
PEDRO G. CUARTANGO – EL MUNDO – 29/10/16