DAVID GISTAU – ABC – 28/10/15
· Que Mas haya sido devorado por el monstruo que ayudó a crear tiene una interpretación política interesante que puede acabar confirmando la vocación circular de la historia.
Aún más grave que existir contra la ley es hacerlo contra la realidad. El revuelto independentista, recién convertido el Parlamento catalán en un «Jeu de Paume» de montañeses en chándal, aún se arroga la representación unánime de su sociedad. Lo cual lo autoriza, mediante la abolición de los matices y los contrapesos sociológicos expresados en las últimas elecciones locales, para manejar un falso sentido de la legitimidad lo bastante sobreactuado en términos de pastiche épico como para convertir a varios cientos de miles de personas en rehenes de un sentido irredento del destino al que ya no le queda ni su antigua coartada transversal.
Los remilgos de la CUP acerca de la investidura de Mas se resuelven de este modo: confirmando el Parlamento como el recipiente de una única obsesión, al servicio de la cual ha sido cargado como un arma, y llevando el desafío a un estadio posterior al retórico en el que toda responsabilidad queda dispersada en la estructura colectiva.
Que Mas haya sido devorado por el monstruo que ayudó a crear tiene sin embargo una interpretación política interesante que puede acabar confirmando la vocación circular de la historia. Con Mas queda relegada la burguesía catalana, la que jugó a militar en algo más grande que uno mismo y ahora tiene razones para observar con espanto cómo el engendro político fabricado bascula hacia la radicalidad de peor catadura.
No sería la primera vez en la historia, y de aquí lo circular, que la burguesía catalana, horrorizada de su propia obra, termina por implorar la entrada por la Diagonal de esos mismos carros de combate que en tiempos más sosegados constituyen el atrezo folclórico de su fatalismo. Algo de esto pudo haber ya en el auge de Ciudadanos, potenciado aún más, desde hoy, como personaje político alrededor del cual se arraciman en Cataluña los resistentes que se niegan a ser abducidos por el arquetipo social amañado por el independentismo.
El Estado tal vez no pueda apoyarse ahora en la fotogenia de lo popular que constituye el Hemiciclo. Pero otros cauces hay para que, en una hora solemne, los partidos constitucionalistas sean capaces de trascender los antagonismos de las siglas. Incluso en vísperas electorales. O precisamente por el hecho de estar en vísperas electorales. Porque, de repente, tanto sobre los que gobiernan España como sobre los que aspiran a hacerlo acaba de abatirse un examen de comportamiento tan trascendente que casi borra el pasado inmediato de la legislatura.
El PP, por el hecho de ser gobierno, tiene las mayores oportunidades tanto de fracaso como de lucimiento. Pero las próximas elecciones serán imposibles de disociar de la gestión de esta crisis que ha terminado de estallar como agresión a España y su ley, así como del papel que cada uno de nuestros actores políticos desempeñe en las próximas fechas. Que no serán precisamente de las que admiten ambigüedades terceristas. Hágannos sentir orgullosos, y perdón por pedirles tanto.
DAVID GISTAU – ABC – 28/10/15