El rubricado como «Día de la Liberación» ha acabado siendo el día del pánico. La andanada de aranceles universales y «recíprocos» impuestos este miércoles por Donald Trump han causado una conmoción en los mercados que ha llevado al desplome de los índices bursátiles de todo el mundo durante la jornada del jueves.
Con su declaración de la primera guerra mundial arancelaria, al grito de «Hacer América Rica de Nuevo», Trump exhibe una vez más su demagógica forma de hacer política, a base de simplificaciones y embustes.
Primero de todo, porque esta demonización del actual sistema comercial internacional soslaya que Estados Unidos ha sido uno de lo países a los que más prosperidad le ha reportado el orden librecambista que Trump juzga ahora desventajoso para su país.
Pero la trampa reside principalmente en la rústica fórmula que ha empleado su Administración para calcular el porcentaje de las tasas aduaneras que imponer a los distintos países, que ha abochornado a los economistas. Lo que ha hecho la Casa Blanca es equiparar torticeramente el déficit comercial de EEUU con cada uno de sus socios comerciales con un arancel impuesto contra los productos estadounidenses.
Quienes quieren atisbar en las imprevisibles decisiones del presidente americano una lógica sofisticada, han conjeturado que los aranceles serían en realidad un resorte para forzar a los distintos países a negociar acuerdos comerciales bilaterales con EEUU.
De ser así, ya se ha podido comprobar que la reacción provocada no ha sido la de una retirada de barreras comerciales, sino la de su multiplicación.
China, el país más castigado por los nuevos aranceles, ha amenazado con adoptar «resueltamente contramedidas para salvaguardar sus propios derechos e intereses» si EEUU «no levanta inmediatamente las medidas arancelarias unilaterales».
La Unión Europea, el segundo socio comercial más afectado con una tarifa del 20%, ha declarado que está «preparada para responder», y que ya está «ultimando un primer paquete de contramedidas en respuesta a los aranceles al acero».
Emmanuel Macron ha pedido a las empresas europeas que suspendan sus planes de inversión en Estados Unidos.
Y Canadá ha respondido anunciando que impondrá aranceles del 25% a los vehículos importados desde EEUU.
Las recetas económicas disruptivas suelen desatar efectos imprevistos que muchas veces son los contrarios de los esperados. Trump ha supuesto que basta con una herramienta de diseño rudimentario y con el poderío económico de EEUU para revertir discrecionalmente los flujos comerciales en su favor.
Pero la escalada de represalias comerciales, que promete intensificarse en las próximas semanas, prueba que esta guerra arancelaria será ante todo una fuente de incertidumbre que perturbará las cadenas de suministro globales. Y que amenaza con arrastrar al mundo a una era pro