Bieito Rubido-El Debate
  • La Alianza nos abrió las puertas de Europa, nos homologó como una democracia real y nos ayudó a modernizar las Fuerzas Armadas, hoy la institución más valorada por los españoles. Determinadas decisiones de los políticos tienen consecuencias buenas o malas y se saben muchos años después

Creo que no le hemos dado la importancia suficiente al comentario/amenaza de Donald Trump sobre la posibilidad de expulsar a España de la OTAN. Es cierto que, con los estatutos en la mano de la Organización del Atlántico Norte, no se puede expulsar a un país miembro. Pero, como tantas otras cosas en la vida, todo puede ocurrir, incluido que el Gobierno que padecemos se deslice todavía más por la cuesta de la estupidez política. Ya sabemos que estamos en el lado malo de la historia, gracias a Sánchez y a Zapatero. Ayer nos lo recordaron los promotores del Premio Nobel de la Paz. Podemos todavía empeorar. Aprobamos un autoembargo de armas a Israel el mismo día en que Hamás aceptó los términos del acuerdo de paz. Jugamos en el tablero internacional con un infantilismo que da risa, si no fuese porque nos estamos jugando mucho de nuestro futuro y aún encima nos toca el ministro de Exteriores más tonto de la historia que, para salvar su estulticia, estira la cabeza con el único afán de crecer dos centímetros más y decir, con lamentable elocuencia, cuatro obviedades. Su estatura intelectual y moral tiende al suelo. Con estos bueyes tenemos que arar.

Estos personajes de segundo nivel son los que todavía pueden colocar a España en peor lugar en el concierto internacional. Hubo otro tiempo y existieron otros políticos. Uno de ellos, Leopoldo Calvo Sotelo, un presidente admirable que en veinte meses juzgó a los militares del 23-F (hizo que un tribunal civil finalmente tuviese la última palabra), propuso y logró temporalmente ordenar el proceso autonómico y finalmente nos metió en la OTAN, paso previo sin el cual nunca hubiésemos podido pertenecer a la UE. ¡Ah!, además, tuvo la hombría de bien de convocar las elecciones a pesar de que las iba a perder. Eran otros tiempos, otros estilos, otra cultura y otro compromiso con la democracia. Ni Sánchez ni su padrino Zapatero saben nada de eso.

Pues bien, si no hubiésemos ingresado en la OTAN, hace nada menos que 43 años, probablemente España seguiría arrastrando los pies a las puertas de la homologación democrática internacional. Felipe González creía que ingresar en la OTAN de momento no, pero el realismo político lo llevó a jugarse el tipo con un referéndum donde ya una joven Nadia Calviño forzó su edad para votar por encima de todas las cosas.

La OTAN nos abrió las puertas de Europa, nos homologó como una democracia real y nos ayudó a modernizar las Fuerzas Armadas, hoy la institución más valorada por los españoles. Determinadas decisiones de los políticos tienen consecuencias buenas o malas y se saben muchos años después. La apuesta de Calvo Sotelo fue un acierto, la frivolidad e ignorancia de Sánchez es ya la constatación de que no se puede gobernar en una democracia cuando no se cree en ella.