Tonia Etxarri, EL CORREO, 29/8/11
Si quienes provocaron tanto daño con el terrorismo no lo reconocen, la raiz del mal seguirá viva
Cuando el balance de las fiestas en el Pais Vasco ofrece la cara amable de haber sido las más tranquilas de los últimos años, aparece en buena parte de la ciudadanía una tendencia cómoda al conformismo, a la falta de exigencia democrática. “¿No ha habido tensión? !Pues tengamos la fiesta en paz!” vienen a decir quienes quieren hacer del conformismo una forma segura de supervivencia. Y hemos tenido la fiesta en paz, ciertamente, porque los herederos de Batasuna, conocedores de que cualquier mal paso suyo puede arrastrales hacia la ilegalización de nuevo, han preferido controlar su capacidad de intimidación ciudadana. No hemos tenido guerras de banderas. Ni actos vandálicos en la calle. Cierto. Y el consejero de interior Rodolfo Ares puede colgarse una medalla. Pero sería iluso que nos contentásemos con eso. Ayer finalizó la Aste Nagusia de Bilbao. Y, como resaltaba muy oportunamente el alcalde Iñaki Azkuna,ha sido una Semana Grande muy tranquila aunque “ha habido más pintadas que nunca”, achacando a los autores de la propaganda etarra una actitud inmovilista que choca de plano con el mensaje del “tiempo nuevo” que se lanza desde Bildu. La publicidad en favor de los presos se ha colado por cualquier rendija de los recintos feriales. Hasta en la sopa. Aprovechando una manifestación contra la homofobia. O en los concursos gastronómicos. La izquierda abertzale sabe que a las autoridades políticas les va a costar mucho iniciar un proceso judicial contra Bildu, por mucho que digan los responsables de Interior que se mantienen vigilantes. Entre otras cosas porque la recuperación de una política de asfixia legal le situaría en una posición de víctima que el Estado democrático no está dispuesto a facilitar . Y como sabe que juega en un espacio de calculada tolerancia, lo están aprovechando para que pase el tiempo. Y ganarlo, claro. Para contar su historia a fin de que la sociedad termine persuadida de que la trayectoria de ETA hay que disculparla porque ya es agua pasada. Para equiparar el sufrimiento de los verdugos y las víctimas. Para blanquear su pasado de connivencia con ETA. Necesitan tiempo. Y por eso ETA, por su parte, no ha dado ninguna señal de tener prisa para comunicar el cese que todo el mundo, menos Bildu, le reclama. Quiere dejar muy perfilado el escenario de la negociación política. No importa si el gobierno dice que ya no negocia. Tampoco les importa si el nuevo gobierno que salga de las urnas el 20N es del PP. Han sobrevivido, aunque cada vez más perjudicados, a todo tipo de gobiernos. Por eso la banda está concentrada en que se legalice a Sortu. La necesita para seguir manteniendo su tesis de que “sin mesa de negociación ETA-Estado no hay proceso democrático”. Apenas hemos salido de un tiempo electoral cuando nos adentramos en el período de la campaña para las generales del 20-N y el tiempo sigue siendo una circunstancia que todo el mundo intenta utilizar en función de sus intereses. A cada traslado de un preso etarra a una carcel cercana al Pais Vasco le sucede la pregunta de rigor formulada por la familia de la víctima que, en medio de la congoja que le supone el descreimiento ante un supuesto arrepentimiento de quien mató a su familiar , se plantea si ya estamos en tiempo de beneficios penitenciarios. O la propia creación de un centro de la memoria, que al asesor del gobierno vasco Txema Urquijo le parece tan necesario y ,sin embargo, la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundúa entiende que no ha llegado el momento adecuado para abordar una iniciativa de este calado. Queda mucho camino todavía hasta lograr que los ciudadanos vascos se vean liberados del miedo que les ha atenazado durante demasiados años por culpa del terrorimo. Pero estamos ante un tiempo que se verá interrumpido ,inevitablemente, por la contaminación de los mensajes electorales. No es de recibo ver ahora a tantos de nuestros políticos rasgarse las vestiduras porque Bildu ni guarda “la más mínima sensibilidad con las víctimas del terrorismo” (Urkullu) ni está cumpliendo las “vagas promesas” que hizo en la pasada campaña (Rubalcaba). Si estamos ante el final del terrorismo conviene contar la historia tal como ocurrió. Hay un fracaso de fondo en la sociedad vasca cuando en lugar de castigar a los cómplices del terror se les premia políticamente en las urnas. Y cuando algunas fuerzas democráticas, en lugar de reprochar tantos años de sufrimiento se felicitan por la rapidez con que se quiere echar tierra encima.
Euskadi necesita pasar por una etapa de terapia, de arrepentimiento, de memoria y hacer balance de alto costo moral y ético del terrorismo. En caso contrario la raíz del mal seguirá viva. Y para lograr ese final justo que no tergiverse la realidad ni difumine con mensajes equívocos la línea de buenos y malos es esencial que la iniciativa deje de manejarla la izquierda abertzale.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 29/8/11