JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- Lo que debería preocupar a cuantos comprenden el peligro de una segunda legislatura del autócrata es que Vox quedara por debajo de Sumar
Acuatro semanas de las elecciones generales, todo el pescado está vendido en cuanto a bloques, no en cuanto a resultados. Me explico: el voto procedente de la izquierda que pasa a la derecha ya se ha medido, de ahí la frenada demoscópica. Los nuevos votantes tienden mayoritariamente a la derecha. La abstención playera se puede repartir a partes iguales o perjudicar más a la izquierda por desmotivación. En el escenario posterior a las elecciones municipales y autonómicas aún debían cristalizar estas tendencias. Los hacedores de la polarización lamentan mucho ahora las consecuencias de sus actos y discursos (a buena hora) y se entregan a la proyección freudiana. Lo publicado por los medios de izquierdas lo tiene por falso el votante de derechas, ofreciendo una imagen especular del izquierdista y del separatista. Eso es la polarización. Pídanle cuentas a Sánchez, máximo responsable de este estado de cosas.
Sí, Sánchez. Porque cuando un Gobierno decide partir la sociedad en dos mitades y enfrentarlas, lo consigue. No hay modo de eludirlo que no parezca traición. Examinen el precursor ejemplo catalán: cuando Maragall convirtió la reforma del Estatuto en prioridad obsesiva, las encuestas mostraban que ese asunto no preocupaba en absoluto a los catalanes. Echados al monte el presidente socialista y su sucesor Montilla, alcanzó Mas el poder, redobló la apuesta y rompió Cataluña. Ya sabemos cómo acabó el ‘procés’. Al final, la explicación canónica, la que prevalecería, fue la impuesta por los aprendices de brujo, tripartito y convergentes: Cataluña estaba desbordada por el ansia de renovar el Estatuto vigente; al derogar el TC parte del nuevo, la frustración ocasionó todo lo demás. Mentira podrida, verdad admitida. Como fuere, la moraleja es esta: cuando un Gobierno quiere división, la tiene.
A lo que íbamos: todo el pescado está vendido en cuanto a bloques, pero no en cuanto a resultados, que sería lo lógico si no viviéramos en un tablero inclinado. Cobra así importancia una cuestión técnica: las ventajas de quedar tercero en un sistema que no es bipartidista, por mucho que se empeñen los tercos que confunden sus deseos con la realidad. Hay trasvases de votos en ambos lados: de PP a Vox (en el PP opinan que es al revés) y de PSOE a Sumar. El lado en que se dé el mayor trasvase tendrá al tercer partido, sumará más, gozará del borrado del cuarto en un número de provincias y ganará. Así las cosas, con un PP en torno a 140 escaños y un PSOE en torno a 105, y dado que el secesionismo siempre se decantará por este, lo que ahora mismo debería preocupar a cuantos comprenden el peligro existencial (para España y el sistema) de una segunda legislatura del autócrata es que Vox quedara por debajo de Sumar. Es fácil de entender y difícil que suceda. Salvo que los insensatos guardiolas sigan imitando a la izquierda en el empeño y en la caricatura.