EL MUNDO 12/04/14
PEDRO G. CUARTANGO
Si sirvió para algo el debate en el Congreso sobre la consulta en Cataluña, fue para constatar la imposibilidad de llegar a algún acuerdo. Rajoy y Rubalcaba recurrieron a argumentos políticos y jurídicos y los representantes catalanes apelaron a los sentimientos. Un verdadero diálogo de sordos.
En esta situación de impasse, Duran Lleida acaba de postular una tercera vía para desbloquear el conflicto: la inclusión de una nueva disposición adicional en la Constitución que recoja la singularidad de Cataluña. Su iniciativa se suma a la propuesta que ofrece Rubalcaba, que defendió de nuevo una reforma constitucional que permita redefinir las competencias territoriales.
La estrategia de Duran de buscar un punto de encuentro intermedio entre dos posiciones enfrentadas recuerda mucho a la de Aleksander Kerenski, primer ministro del Gobierno provisional ruso en 1917, cuando se postuló como la alternativa entre el zarismo y los bolcheviques. Tras la abdicación del zar y en un clima de enorme agitación social, Kerenski creía que una coalición de partidos de centro podría estabilizar la situación y llevar a Rusia a una democracia parlamentaria. Pero la hábil utilización del descontento social por parte de Lenin desbordó al primer ministro, que era un líder popular y de extraordinaria capacidad oratoria.
Lo que sucedió en Rusia en los seis meses que van desde la caída de Nicolás II a la toma del poder por los soviets es un proceso de radicalización imparable que destruye las instituciones y se lleva por delante a los partidos y sus líderes, desgastados por el esfuerzo militar que colapsó la economía a partir de 1914.
Salvando las distancias, la dinámica que impulsa Artur Mas ha sobrepasado a CiU y sus dirigentes, que han creado un movimiento popular que ya no pueden controlar. Como sucedió durante la Revolución Bolchevique, hoy no son posibles soluciones pactadas ni dentro del sistema. La única opción del nacionalismo catalán es la ruptura del Estado.
Lo que plantea Duran Lleida podría haber sido factible hace dos años, pero como Artur Mas ha dejado claro el único camino es ahora operar con una legalidad instaurada por los propios nacionalistas para celebrar la consulta o unas elecciones plebiscitarias que lleven a una declaración unilateral de independencia. Cualquier estrategia de negociación para buscar un pacto con Mas es una ilusión destinada al fracaso. Esa puerta ha quedado cerrada. Kerenski intentó el acuerdo y fue arrasado por la implosión suscitada por la caída del zar y la derrota militar. Pero eso no significa que CiU y ERC lo tengan fácil porque romper el Estado no les va a salir gratis ni es posible sin una quiebra de la sociedad catalana. Su fundamentalismo les conduce al abismo. Y ese es el gran engaño que han fraguado porque lo que se avecina no son días de vino y rosas sino un conflicto que sólo puede producir violencia y frustración.