- Se ha demostrado que la elección de Imanol Pradales fue una operación de marketing político, a cargo de las élites del PNV, para captar a la mayoría de la población vasca.
Tras la elección de Imanol Pradales Gil como lehendakari del Gobierno vasco, quedó inaugurada una nueva etapa en la política vasca caracterizada por algo que nadie se ha atrevido a resaltar en el País Vasco, dado el tabú que todavía pesa sobre el tema.
Y es que, desde que José Antonio Aguirre Lecube fue nombrado (más bien autonombrado) primer lehendakari vasco en octubre de 1936, por primera vez en la historia un lehendakari del PNV no tiene apellidos eusquéricos. Sumado al hecho de que, de los quince consejeros del nuevo Gobierno vasco, nueve tampoco tienen apellido eusquérico.
A muchos en el País Vasco les parecerá un detalle sin importancia, sobre todo desde que el PNV decidió que no había que hablar del tema. Pero podemos traer apabullantes datos estadísticos de que se ha roto una regla no escrita de la política vasca desde el inicio de la Transición. Lo cual abre un tiempo nuevo, caracterizado por un ajuste necesario con la auténtica realidad social y apellidística de esta comunidad.
Esta absoluta novedad en el ámbito simbólico encierra a su vez otra realidad, menos evidente pero que queremos resaltar también, y que consiste en la profunda impostura que late tras ese cambio. Sobre todo en quien lo protagoniza, Imanol Pradales Gil.
El nuevo lehendakari vasco por el PNV es fiel reflejo de la ideología del partido, alumno aventajado de Iñigo Urkullu, réplica en más joven y en un poco más alto que su antecesor y con casi sus mismos gestos y entonación al ir desglosando el programa de gobierno con el que van de la mano del PSE.
Ya que, aunque el PNV ganó por menos del 3% de voto y tiene los mismos parlamentarios que EH Bildu (27), la ventaja del partido fundado por Sabino Arana consiste en su cultura del pacto con el PSE, con el que viene gobernando el País Vasco desde los tiempos de Ardanza, allá por 1986. También gobiernan juntos el resto de instituciones vascas donde necesitan conformar mayorías: diputaciones forales y principales ayuntamientos.
Pero de lo que se trata aquí es que Imanol Pradales Gil, que tiene todos sus abuelos y bisabuelos de Burgos, Valladolid y Cantabria, que son el núcleo histórico de Castilla la Vieja y, por tanto, el corazón de España, dice que él se siente solo vasco. Quizás estemos ante un fenómeno único en el mundo.
Desde fuera muchos han visto la elección de Imanol Pradales Gil como un giro del PNV hacia la inclusión, el mestizaje y el reconocimiento de la efectiva realidad social vasca. Pero cuando le oímos en el pleno de investidura decir que los dos ejes de su actuación política serán Euskadi, como casa común de los vascos, y Europa, como su lugar en el mundo, dejando postergada la presencia del «Estado» –como dicen ellos, para no nombrar nunca a España–, o cuando juró el cargo sin nombrar ni a la Constitución ni al Rey, te das cuenta de que es una persona completamente abducida por una ideología cuyo santo y seña es la aversión completa a lo español.
«La estupefacción y el nerviosismo, por haber podido errar al apostar por Pradales, empieza a hacer mella en el núcleo dirigente del PNV»
No se trata, por tanto, de que el nacionalismo vasco se vea atemperado porque a él se sume gente como Pradales. Sino que son las personas como Pradales las que se adhieren con todo a dicha ideología.
¿Por qué? ¿Qué es lo que, por ser solo vasco, mejora su condición originaria de español? ¿Qué han hecho los vascos en la historia que les diferencie o que les mejore respecto de los españoles?
Nada. Todavía hay nacionalistas que piensan que el euskera es mejor lengua que el español. Pero, aun así, hay muchos nacionalistas que no lo hablan. En realidad, es el antiespañolismo lo único que a Pradales le convierte en nacionalista vasco. Y esto es algo que para nada ocurre en el País Vasco francés, donde Francia mantiene intacto su ascendiente nacional y el nacionalismo vasco es anecdótico.
La elección de Imanol Pradales Gil puede entenderse, por tanto, como una operación de marketing político, a cargo de las élites que mandan en el partido, que esas sí son de apellido eusquérico, como medio para captar a la mayoría de la población vasca. Una que, como Pradales, no tiene apellidos eusquéricos o procede directamente de la inmigración histórica de otras partes de España.
Pero a la vista de los resultados de las últimas elecciones europeas, en las que ganó EH Bildu, puede pensarse que Pradales –que había ganado ya por la mínima las autonómicas, aunque luego no se presentara a las europeas– no va a ser el revulsivo que esperaban. Y la estupefacción y el nerviosismo, por haber podido errar la apuesta, empieza a hacer mella en el núcleo dirigente del partido.
«Puede ser que esa mayoría de la que esperaban el voto masivo a Pradales no esté entusiasmada con un referente que es como ellos»
Porque puede ser que esa mayoría de población de la que esperaban el voto masivo a Pradales no esté entusiasmada con un referente que es como ellos. Es como si prefirieran la mística discriminatoria del PNV, antes que tener un Pradales al frente, que lo que habría venido, en realidad, es a desencantar al partido, a dejarle sin su aureola supremacista de siempre.
El otro polo mayoritario del nuevo Parlamento vasco, la coalición EH Bildu, en cambio, está sola, sin aliados y, por tanto, sin posibilidades de formar gobierno, porque viene de donde viene. Pero lo pasmoso del caso es que ahora les oyes hablar, tanto a su líder, Pello Otxandiano, como a su portavoz parlamentaria, Nerea Kortajarena, y todo son voluntades de acuerdos, manos tendidas y hasta humildad y paciencia. Eso sí, «paciencia estratégica» (emplean esa expresión).
Otxandiano, no obstante, sigue requiriendo a Pradales para que el PNV opte por una coalición soberanista, dado que entre ambos partidos suponen el 73% del Parlamento. Y cuando Pradales contesta que no se fía de Otxandiano por todo su pasado, en lugar de recriminarle esa desconfianza, desde EH Bildu dicen que comprenden la reacción porque las confianzas también hay que ganárselas.
Al oírles, uno no da crédito, sabiendo lo que tienen detrás y de lo que nunca se han retractado. Y es que ahora están en la estrategia de prestigiar al Parlamento, del mismo modo que antes estaban en la estrategia del terror. Por eso son tan poco fiables, no ya para Pradales, sino para cualquiera que haya vivido los últimos cincuenta años en el País Vasco.
Pero en la misma medida que a Pradales le parece una superchería el buenismo de Otxandiano, así de increíble nos parece a algunos también la identidad vasca, desprovista de todo vestigio español, que proclama para sí el nuevo lehendakari.
*** Pedro Chacón es profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV/EHU.