La impostura del perseguido

 Mikel Buesa-La Razón

  • Y lo malo es que, dado el poder que aún ostenta Sánchez, a algún medio de comunicación se lo llevará por delante sin mayores miramientos

Entre mis recuerdos de adolescencia está el de aquella función de fin de curso que se celebró en el colegio de los Marianistas de Vitoria en la que, entre número y número, aparecía un personaje temeroso que atravesaba el escenario una y otra vez diciendo «¡Me persigue!, ¡me persigue!» Y así hasta el final de la representación sin que los espectadores llegáramos nunca a saber quién acosaba a aquel individuo. A los viejos como yo la memoria nos trae evocaciones pasadas cuando contemplamos los acontecimientos actuales; y este es el caso al observar el comportamiento y, sobre todo, el discurso de nuestro presidente del gobierno, Pedro Sánchez. Desde hace meses, singularmente desde que se escribió aquella carta para su coleto que luego publicó en X para sorpresa y anhelo de muchos ciudadanos, Sánchez se presenta a sí mismo como un perseguido. Lo es, dice, por un extraño artefacto –la «máquina del fango»– que, pese a su ambigua y variable descripción por el atacado, debe ser un instrumento electromecánico dotado de capacidad para atacar con mensajes ignotos que sólo el presidente logra interpretar y que aluden principalmente a su esposa. Tal vez, incluso, dada la tirria que el personaje alberga por Israel, puede ser que lo conciba como un moderno Gólem exaltado cuyo papel es el de hacerle la vida imposible.

Pero el caso es que, si exceptuamos a los acólitos y correveidiles del presidente, a ese Gólem no lo conoce nadie, lo que hace sospechar que sólo existe en la imaginación del interesado. En realidad, cuando unimos todas las piezas del entuerto familiar y político que rodea al presidente, lo que parece es que él se persigue a sí mismo para tratar de camuflar los resbaladizos acontecimientos del pasado que se han ido acumulando en los variados sumarios judiciales que le acosan. O sea, que todo esto no es sino una farsa, una impostura del perseguido, similar a aquella que se representó una vez, hace muchos años, en una función colegial. Y lo malo es que, dado el poder que aún ostenta Sánchez, a algún medio de comunicación se lo llevará por delante sin mayores miramientos. Vamos, que otra voladura del diario Madrid podría ser posible. Se admiten apuestas.