La impunidad de ETA

LIBERTAD DIGITAL 13/04/17
AGAPITO MAESTRE

· Rodríguez Zapatero y Rajoy Brey asisten con caras de pánfilos y malvados a los oficios fúnebres que presiden los nacionalistas vascos y catalanes.

Me remite mi amigo Salvador Ulayar, víctima del terrorismo de ETA, el manifiesto por Un fin de ETA sin impunidad. Lo leo, lo firmo y me remueve la conciencia, casi me hace sentir náuseas, pensar que las víctimas están hoy más solas que nunca. Su soledad nos hace libres. Su decir es sencillo, verdadero, justo y bello: una sociedad no puede construirse sobre la base de crímenes impunes. Una comunidad que deja sin castigo al criminal es una sociedad encanallada. Envilecida.

Todas las fuerzas políticas quieren pasar página de la historia criminal de ETA. La mayor parte de la sociedad española, convertida ya en un gentío por los partidos políticos, cierra los ojos ante el blanqueamiento de una de las bandas criminales más sanguinarias del mundo. Rodríguez Zapatero planificó con su malicia habitual la primera etapa de ese blanqueamiento. Recuerdo muy bien, nunca lo olvidaré, la reunión que tuvo el todopoderoso Rodríguez Zapatero con periodistas, intelectuales y gente así para «rendirse» a ETA. Ahora, con Rajoy Brey en su segunda legislatura en el poder, asistimos al final de esa rendición pactada en las cloacas del poder. Tengo la sensación de que todo está perdido. A la democracia española solo le queda de moral lo que aporta el discurso, la ética, de las víctimas del terror de ETA. El resto es faramalla: Rodríguez Zapatero y Rajoy Brey asisten con caras de pánfilos y malvados a los oficios fúnebres que presiden los nacionalistas vascos y catalanes.

Todo, en efecto, está perdido. Solo queda la ética para quienes firmen el manifiesto. Es un placebo para que sesenta o cien mil habitantes de España, no creo que consigamos más firmas, sigamos tirando, malviviendo política y privadamente, hasta que nos lleven al circo para ser sacrificados por los leones para solaz del gentío. Creo que aunque cayeran las siete plagas de Egipto, todas ellas juntas, el «gentío», como dice Carlos Díaz, no reaccionaría: ya está muerto. Todo, sí, es abstracto en la política española. Todo está escrito en los subsuelos y sótanos más oscuros de las débiles instituciones de un sistema democrático sin pulso. La democracia española está determinada por los criminales. El carnicero de Mondragón, un etarra con decenas de muertos en su historial criminal, no se arrepiente de sus asesinatos.

No es, sin embargo, este asesino de Mondragón la mejor seña de identidad de ETA; pues que, al fin y al cabo, el criminal es consecuente -no se diga con sus ideas, porque no las tiene- con su realidad: el crimen. No arrepentirse de sus asesinatos es una prueba de su calaña. La identidad verdadera de ETA está en sus alrededores, sí, reside en el fanatismo criminal de quienes solo de boquilla han condenado sus crímenes, o peor, colaboraban con su silencio cómplice al asesinato: políticos, curas, intelectuales y miles de cobardes que preferían y prefieren llenar sus buches a vivir como hombres libres. La identidad a ETA se la dan los desagradecidos, los cobardes, que no se alegran de haber nacidos españoles, hombres libres, y han apostado definitivamente por vivir bajo la esclavitud de ETA y los nacionalistas. Son miles, millones, los que piden «generosidad a las víctimas» para que ellos sigan viviendo como esclavos. Son millones, sí, los dispuestos a «tolerar» diversos grados de impunidad a ETA. Son esos millones de votantes, que nunca firmarán el manifiesto de las víctimas, los que dan identidad a ETA.

Es obvio que los asesinos de ETA han ganado la batalla política. Los nacionalistas y Podemos están con ellos hasta el final. El PP mira para otro lado. Y lo peor es que el PSOE, un partido que ha sufrido los crímenes de ETA en carne propia y de modo durísimo, es uno de los principales responsables de este blanqueamiento de la banda terrorista. En fin, habrá esperanza, mientras haya una víctima de ETA que se pregunte: ¿Quién es más perverso, el carnicero de Mondragón, un criminal de ETA que se pavonea de sus asesinatos, o el político que le promociona su maldad?