Tonia Etxarri, EL CORREO, 26/9/12
Horas antes de que Artur Mas anunciara la convocatoria de las elecciones catalanas para el próximo 25 de noviembre y se marcara su primer mitin electoral en la sede del Parlamento de Cataluña, Iñigo Urkullu había decidido bajar el diapasón. No es que dijera algo distinto de lo que ha venido manteniendo al reclamar un País Vasco soberano. Ni que, de repente, haya dejado de preferir la victoria del equipo de Rusia si volviera a jugar contra España en la Eurocopa. Pero ayer, el líder del PNV, consciente de la pendiente por donde se ha dejado deslizar el presidente de la Generalitat, sacó el paraguas en Madrid. No solo para cobijarse de los posibles chuzos que podían llegarle de la tormenta catalana, sino para enviar mensajes tranquilos a su electorado.
Decir lo mismo, pero de otra manera es una habilidad que solo algunos nacionalistas manejan. Urkullu deja las declaraciones unilaterales de independencia, de momento, para la campaña de EH Bildu. A él le interesaba transmitir un titular que despejara incertidumbres. Su partido, a diferencia de sus homólogos catalanes, no plantea el divorcio con España, sino la convivencia. La primera parte suena bien. La segunda, porque recuerda a Ibarretxe, precisa un desarrollo más detallado. A saber: ¿Convivencia entre quienes? ¿Euskadi y España como dos Estados diferenciados? ¿Una relación amable, de igual a igual como la que defendía el plan nacionalista y que no pasó el filtro del Congreso de los Diputados?
Como este candidato a lehendakari no tiene prisa, (su «nuevo estatus político» lo plantea para el 2015 ) de momento, consenso. Ni le interesa asustar con proclamas de desenganche ni tampoco le conviene que sus homólogos catalanes empiecen a sacarnos los colores del sistema foral vasco y navarro porque de los agravios comparativos está la historia de las afrentas de España bastante llena. No por casualidad los nacionalistas catalanes, que no quisieron hace 30 años negociar un Concierto similar al vasco o al convenio navarro, llevan unas semanas poniendo la llaga en la existencia de «dos comunidades más ricas que el resto» que, además, no aportan «nada» al Estado por culpa de la sobrevaloración del cálculo del Cupo. Y en este plan. Que el sistema foral no es equitativo lo saben hasta quienes lo defienden.
Pero este planteamiento resulta incómodo no solo para el PNV, sino para todos los partidos vascos, a excepción de UPyD. Con el adelanto de las elecciones catalanas, Artur Mas reconoce que su gestión, en dos años justos, ha sido un fracaso. Los mismos convergentes que en 2001 aplaudieron el acuerdo unánime sobre el modelo de financiación, que suscribieron el Pacto del Tinell aislando, vía declaración notarial, al PP y que, gracias a este partido, han podido gobernar en esta legislatura frustrada, ahora quieren pasar su segunda transición proponiendo separarse de España porque creen en su autosuficiencia. No les gusta el Estado de las autonomías porque quieren el suyo propio. Y ahí coinciden con Urkullu, que culpa a quienes diseñaron este modelo de Estado de su «fatal resultado». Si Adolfo Suárez pudiera replicarles, les daría una clase de Historia.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 26/9/12