Ignacio Sánchez Cámara-El Debate
  • La segunda razón es la implantación de un régimen general de inmoralidad basado en la mentira y la corrupción. Nunca fue tan cierto, salvo en los totalitarismos, que la política es el imperio de la mentira

Pedro Sánchez es un extraordinario político en el sentido sofístico y maquiavélico. No tiene parangón en la política española contemporánea en su habilidad para obtener el poder y conservarlo. Es una «bendición» para sus familiares, amigos, compinches y aliados. En este sentido, no cabe negarle los méritos más eminentes. Es casi imposible obtener mejores resultados de tan menguadas capacidades intelectuales. Es un genio del embaucamiento y la impostura.

Pero es también y, por ello mismo, un peligro para España, que se encuentra en un proceso de desintegración jurídica y moral. Sobre todo, por tres razones: traición a los fines, inmoralidad en los medios e incompetencia en los resultados. La primera es la traición a la unidad nacional, la libertad, la concordia y la Constitución. Su gobierno ha nacido de una promesa falsa. Argumentar que la unidad «aún» no se ha roto es reconocer que se encuentra en proceso de destrucción. Es muy dudoso que el Estado esté vigente en Cataluña y el País Vasco. España agoniza y millones de españoles se divierten mientras se lo permiten las catástrofes naturales y artificiales. Se va extinguiendo la separación de poderes y el Estado de derecho, se ataca a la libertad de expresión, se divide a los españoles y se ofrece como democracia un Frente popular. Siguiendo al gran jurista del nazismo, se entiende la política como una lucha entre amigos y enemigos. El odio como régimen político. Esta primera razón justifica la urgencia de la caída de su gobierno.

La segunda razón es la implantación de un régimen general de inmoralidad basado en la mentira y la corrupción. Nunca fue tan cierto, salvo en los totalitarismos, que la política es el imperio de la mentira. Si alguna vez dicen la verdad es para confundir y despistar. Es la mentira industrial, al por mayor. Y la corrupción ha rebasado los altísimos niveles que ya conocíamos. Corrupción y mentira se necesitan mutuamente. Son hermanas. Se miente para ocultar la corrupción. Y no solo para eso. La mentira se ha convertido en un fin en sí mismo. La mayoría de los ciudadanos lo saben. Algunos no quieren saberlo. Otros prefieren la peste moral al gobierno de la derecha. Esta segunda razón también justifica la urgencia de la caída del Gobierno.

La tercera razón es la eclosión del sunami de la incompetencia. Hasta algunos éxitos eventuales, normalmente debidos a causas ajenas, incrementan el nivel de incompetencia. La gestión del apagón del pasado lunes ha sido la última exhibición. Aunque en ella acaso se combinen las dos primeras razones que comentamos: la inmoralidad y la incompetencia. Ni se escucharon las advertencias, ni se adoptaron medidas preventivas, ni se reaccionó ante la catástrofe, ni se informó a los ciudadanos. Basta con echar una rápida ojeada a la mayoría de los rostros del Consejo de Ministros para conocer las mentes que nos gobiernan. Hablar de inteligencias sería un abuso de la gramática. El descenso general de nivel afecta a todos los ámbitos, pero muy especialmente a la izquierda radical. Comparar a Julio Anguita con el presente es algo parecido a comparar a Herbert Marcuse con Pablo Iglesias. Esta tercera razón justifica también la urgencia de la caída del Gobierno. ¿De cuál de las tres podemos esperar la salvación? Quizá de la unión de todas ellas, pero creo que, sobre todo, de la tercera. En el ambiente dominante en el que prevalecen el interés, el bienestar y el materialismo, no pueden ser eficaces por sí solas la unidad nacional, el Estado de derecho y la virtud moral. Necesitan la quiebra del bienestar. .En este sentido, la incompetencia gubernamental se convierte en la mejor oportunidad para el cambio de gobierno. La incompetencia como oportunidad.