He seguido con mucha atención las explicaciones de Bolaños sobre el acuerdo o desacuerdo del PP y el PSOE sobre el CGPJ. ¿Boludo desmintiéndose a sí mismo? NO, es la lógica inexorable de los hechos. Lo tiene tan bien entrenado Cayetana Álvarez de Toledo en sus vapuleos semanales que ya no le hace falta. Ahora se humilla él a sí mismo.

Hoy toca hablar del portentoso asunto leonés. Resulta que el portavoz del PP en la Diputación de León quiere que León, Zamora y Salamanca se independicen de Castilla. Como sabes, yo soy de Covarrubias y me pasé los domingos de mi infancia entre los 5 y los 11 años, oyendo misa frente a los sepulcros de Fernán González y su esposa Doña Sancha. Fernán González fue el conde que consiguió la independencia de Castilla. Aprendimos en la escuela el romance del buen conde cuando iba a cazar con el Rey Sancho el Craso (o Sancho el Gordo) de León y el rey se prendó del caballo y el azor del conde y le pidió que se los vendiera. Tanto se empeñó Sancho I que Fernán González obtuvo a cambio la independencia de Castilla.

Hermosa leyenda para que al final del siglo XX por un maro acuerdo volvieran a ser Castilla y León. Y ahora resulta que es León el que quiere independizarse de Castilla. Debo confesar que me sentí muy impresionado en un viaje a Burgos en 1977, cuando vi en una tapia de Gamonal una pintada gigantesca que decía: “Derecho de autodeterminación para Castilla y León, Ya!!” Fue en la campaña de las primeras elecciones democráticas y yo fui para asistir a un mitin del PCE. Actuaron los dos primeros candidatos de la lista: Marcos Ana y Luis Martín Santos, que había sido mi profesor de Filosofía en el Instituto de Burgos. Los dos eran entonces santos de mi devoción. Martín Santos con razón, Marcos Ana no. Pero aquella pintada… En fin, la consideración de que Castilla y León podían decidir no ser España me llevó irremediablemente a la melancolía.

El golpe de Estado en Bolivia se ha quedado en intentona. Los militares insurrectos han depuesto su actitud y su jefe, el general Zúñiga ha sido detenido. El jefe del golpe ha denunciado que el golpe se lo había propuesto  el presidente Arce para mejorar su imagen. No sería la primera vez ni la más sonada en que un presidente de izquierdas recurre a estos procedimientois. Y no precisamente en el Tercer Mundo. Aquí al lado, en Francia, François Mitterrand denunció un atentado fallido contra él. Iba hacia su casa después de cenar en la brasserie Lipp del Boulevard Saint Germain el 15 de octubre de 1959, cuando notó que un Renault Dauphine le seguía: inició una maniobra de distracción y abandonó el coche para ponerse a salvo detrás de una tapia. Hubo una ráfaga de metralleta que produjo siete impactos en la carrocería de su coche. Una semana más tarde, el autor de los disparos, Robert Pesquet, declaraba en un periódico que el atentado le fue encargado por el propio Mitterrand con el fin de mejorar su imagen ante el Gobierno del general De Gaulle, que había ganado las elecciones un año antes.

Normalmente coincido bastante con la valoración que ‘The Objective’ hace de los asuntos de la actualidad, aunque hay ocasiones en las que como a todo el periodismo les convendría prestar más atención a los titulares. Ayer, por ejemplo, daban cuenta de quien ha sido elegida pregonera  para las fiestas de Bilbao de este año:

“Itziar Ituño será la pregonera de las fiestas de Bilbao pese a su apoyo a los presos de ETA”. No es ‘pese’ sino ‘precisamente por’ su sintonía con los terroristas presos.

Hay días de no parar. Gerardo Pisarello invocaba la autoridad intelectual de Miguel de Unamuno en favor de sus tesis antitaurinas. Ayer mismo habíamos comentado que el entonces rector de la Universidad de Salamanca había sido  acosado por los aullidos de Millán Astray en una anécdota absolutamente apócrifa. O sea, falsa. Bueno, pues reincidió, lo contaba Fernando Navarro, al decir que Unamuno había criticado ferozmente la fiesta de los toros, manifestando su repugnancia  a comienzos del siglo XX por la crueldad y porque brutalizaba a la mayoría de los espectadores. “Difícilmente podía imaginar Unamuno, que, poco después de su asesinato, el franquismo convertiría este espectáculo en la fiesta por excelencia del régimen. ¡Unamuno asesinado por el franquismo! No hay quién dé más. Bueno sí, hubo más. El pobre Pisarello, criatura discapacitada, también se apoyó en Carlos III y Carlos IV, “dos reyes condicionados por los vientos de la Ilustración y la Revolución francesa habían prohibido la fiesta taurina a finales del Siglo XIX”. Hombre, es una forma de verlo, aunque algo majadera. Ucronía se llama la figura. Carlos III nació, vivió, reinó y murió dentro del siglo XVIII, murió el año anterior a la toma de la Bastilla. ¿La Revolución francesa? Le sucedió Carlos IV que reinó hasta 1808, que era el principio, muy al principio del siglo XIX. O sea que malamente podían haber prohibido los toros a finales del siglo XIX.