LA GACETA, 02/11,12
La apuesta soberanista de algunos sectores resultaría letal para las empresas. El Producto Interior Bruto caería entre un 30% y un 50%.
Madrid.- “Cataluña se está muriendo”. Lo dice Joan Laporta. El presidente del FC Barcelona exige su independencia para “ser ciudadanos normales, de primera”. Hoy más de 700.000 personas de 167 municipios de la comunidad autónoma están llamados a votar en unos referendos independentistas que no tienen validez jurídica alguna.
Laporta habla de “sueños”, pero obvia las realidades. Cataluña no puede entender su existencia sin España, y España, como Nación, tampoco lo puede hacer sin Cataluña, ni sin ninguna otra comunidad autónoma. Las consecuencias de una hipotética separación para la economía catalana y sus empresas serían “letales”.
Sólo hay que echar un vistazo al modelo de negocio de los buques insignia de las empresas catalanas –Gas Natural y La Caixa– para darse cuenta de que no es oro todo lo que reluce en el sueño independentista. La gasista, la primera de España, cuenta con 20 millones de clientes en todo el mundo, de los que nueve se localizan en España y de éstos, sólo dos en Cataluña. Mientras, La Caixa, la primera caja española, cuenta con 5.330 sucursales y casi el 70% de ellas se sitúa fuera de Cataluña.
Pues bien, la independencia de Cataluña conllevaría, tal y como señala el vicepresidente del Parlamento Europeo, Alejo Vidal-Quadras, “la hostilidad en términos psicológicos” de los españoles y de los europeos. El presidente del Consejo General de Colegios de Economistas de España, Valentín Pich, incide en que los procesos de ruptura “suelen ser siempre muy costosos” porque al final lo que importa es vender el producto a cuanta más gente mejor y la confrontación puede traer consigo cambios en el comportamiento de los consumidores. Lo que quieren los empresarios es que sus artículos se vean de forma amable por el consumidor y un proceso como el de la independencia catalana llevaría a que los compradores no vean igual de bien que antes el producto. Y nadie puede dudar de que esto ocurriría, como se demostró hace cuatro años con el boicot a los productos catalanes desatado por las declaraciones, entre otros, del entonces líder de ERC, Josep Carod Rovira, durante la negociación del Estatut.
Adiós al euro
Con este precedente, no es extraño que el empresariado catalán no se haya posicionado en la línea de los independetistas, al menos, no públicamente. Todo lo contrario. A finales de 2005, ante el bloqueo a lo catalán, el presidente de La Caixa salió en defensa del mercado nacional, ensalzando el “carácter español” de la caja, un tema que, según dijo, es “irrebatible”.
Y es que las compañías saben de la importancia del mercado español, que supone alrededor del 50% de la economía catalana. Más allá, la Unión Europea representa el 30% y la autodeterminación de Cataluña implicaría su salida inmediata de la comunidad y del euro, con todo lo que esto conlleva. El mercado se estrecharía y las exportaciones se encarecerían.
Como apunta el director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), Juan Iranzo, Cataluña estaría obligada a “someterse a la tarifa exterior común –política arancelaria–”. Además, añade, “tendría unos tipos de interés más altos y la moneda –¿qué moneda?– se debilitaría”.
Uno de los factores que las multinacionales, como Nissan, Sharp, Sara Lee u Honda, que cuentan con plantas de producción en Barcelona, tienen presente cuando se deciden a instalarse en un mercado es la amplitud del mismo. A cuántos consumidores tendrá acceso sin tener que hacer un gran esfuerzo en logística, algo que encarece el producto de cara al consumidor final. Y lo primero que perderían las empresas catalanas con la independencia de Cataluña sería eso, porque el resto de España ya no sería su mercado nacional, que, como miembro de la UE, podría poner aranceles a sus exportaciones.
Además, la escasez de mercado es un peligro que puede llevar a la deslocalización de factorías, que marchen allí donde puedan vender más. Valga un ejemplo, la contracción del mercado de las motocicletas ya ha provocado que la japonesa Honda tomase la decisión de dejar de producir en su planta de Barcelona y trasladar producción a Italia. Los expertos advierten de que para evitar esa deslocalización el estado catalán podría estar dispuesto a ofrecer ayudas con lo que se crearía una economía proteccionista.
Pich apunta también que otro motivo para atraer y retener a las empresas en un país o mercado tiene que ver con su estabilidad. “Además de mercados lo más amplios posibles e independientemente de sentimientos, el sector empresarial lo que desea es estabilidad”. El empresario siempre invierte con vistas al largo plazo, “es conservador por definición”, con lo que escenarios de indecisión o inestables no es lo que desean.
En consecuencia, las empresas ya no se plantearían instalarse en Cataluña y muchas de las allí presentes, sobre todo las grandes, saldrían o se verían obligadas a cerrar. Esto, además, afectaría a miles de pymes que dependen de la producción de otras compañías más grandes (sector del automóvil). De hecho, a juicio de Vidal-Quadras, “las más afectadas serían las pymes”, que representan el 90% del tejido empresarial de Cataluña.
En peligro
De esta forma, el panorama que se esboza para una Cataluña independiente es la pérdida de “entre el 30% y el 50%” de su Producto Interior Bruto (PIB) en unos pocos años, según calcula Vidal-Quadras.
Así, empresas y marcas como Maggi, Avecrem, Gallina Blanca, Apis, Matutano, Freixenet, Codorniu, Casademont, Casa Tarradellas, Argal, Artiach, Cami, Frigo, Chupa Chups, Bimbo, Panrico, Donuts , Bollycao, Fontvella, Vichy Catalán, Caprabo, Mistol, Calgonit, Gas Natural, La Caixa, Caixa Catalunya o multinacionales con sede en Cataluña como Nestle, La lechera, Danone, Buitoni o Knorr, verían peligrar su permanencia, su modelo de negocio e, incluso, su supervivencia.
Si el sueño de Laporta y de los independentistas se hiciera realidad, no haría otra cosa que perjudicar a España y, sobre todo, “condenar a los catalanes a la miseria”.
Sin embargo, el escritor Josep Pla dijo hace años que “el catalanismo no debería prescindir de España porque los catalanes fabrican muchos calzoncillos, pero no tienen tantos culos”.
LA GACETA, 02/11,12